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Conmovedora pintora de 14 años, inspira al mundo con su gran talento y un corazón aún más grande

Para la mayoría de los jóvenes, los 14 años es una edad de transformación. Con esos extraños años de preadolescencia justo detrás y los aún más raros años de adolescencia por delante, es un tiempo en el que los jóvenes por lo general aún está conociéndose a sí mismos, descubriendo cuáles pudieran ser sus cualidades, dones y vocaciones. (Para ser sincera, algunos de nosotros todavía estamos tratando de averiguar qué se supone que tenemos que hacer en este planeta como adultos… ¡y no pasa nada por admitirlo!).

Pero algunos niños son más precoces, como la joven de 14 años Autumn de Forest, un “prodigio de la pintura”, que identificó su vocación mucho antes de su adolescencia. Ya de muy pequeña descubrió, por suerte o por procedencia, que su destino era ser artista.

De Forest creó su primera obra de verdadero arte a la madura edad de cinco años. Según cuenta su padre, cogió un pincel mientras él trabajaba en un proyecto en el garaje y empezó a “trastear”. Pero entre la diversión de los garabatos, el padre de De Forest “vio algo sofisticado” tras el desorden. Tal vez porque desciende de una larga dinastía de artistas (entre los que se incluyen otros tres De Forest del siglo XX) o quizás solo porque sus padres supieron ver el talento cuando lo vieron, la cuestión es que su familia la animó, llevaron a De Forest a galerías de arte y la ayudaron a pasar de sus obras de garaje a pintar sobre lienzos.

Con seis años, la obra de De Forest apareció en un amuestra de arte local al aire libre, donde los asistentes dieron por sentado que su padre era el autor de las pinturas. A los ocho, apareció en Discovery Channel y Disney Channel y desde entonces hizo apariciones en otros medios, como Today Show, CNN, Fox, American Girl Magazine, The Huffington Post, Scholastic News, y Time for Kids.

Mientras tanto, De Forest ya había sido declarada una auténtica “prodigio superior del arte” por la experta doctora Joanne Ruthsatz, de la Universidad Estatal de Ohio.

Pero la fama de De Forest como prodigio de la pintura no la distrajo ni disminuyó el compromiso que tenía con su arte y su destreza. Esta artista formada en casa se aplica una disciplina de estudio de una o dos horas por la mañana, antes de ir a la escuela, y a la vuelta dedica más horas de trabajo en su taller.

Semejante dedicación ha tenido sus frutos. Sus obras se han expuesto por todo el mundo y se han llegado a vender por millones de dólares. El año pasado, De Forest recibió en El Vaticano el Premio Internacional Giuseppe Sciacca de Pintura y Arte. Y no es difícil darse cuenta de por qué la joven ha recibido tanto reconocimiento y tanto dinero, ya que su obra habla por sí misma, incluyendo pinturas abstractas de colores sorprendentes y representaciones increíbles y conmovedoras de la Virgen María y de Cristo.

Mientras estuvo en El Vaticano, un breve encuentro con el papa Francisco permitió a De Forest entregarle su Resurrection, una pintura que De Forest había creado exclusivamente para él. De Forest afirma que el espíritu de “amor y tolerancia” del papa la inspiraron para crear la obra. Tras contemplar la pintura, el papa Francisco bendijo a De Forest, y también a su lienzo.

Nada más apropiado, ya que lo más notable de De Forest no es sólo su inmenso talento, sino su voluntad de ser una bendición y utilizar sus dones y talentos para ayudar a los demás.

De Forest ya ha dado buena prueba de ello donando a agencias de ayuda humanitaria una cantidad aproximada de 7 millones de dólares (¡) recaudados con sus ventas, así como pasando tiempo trabajando con el programa Turnaround Arts, comprometido a acercar el mundo del arte a los niños. Hace apenas dos meses, durante una visita a Nueva Jersey, De Forest decidió organizar una sesión especial de pintura con niños del campamento de vacaciones para niños invidentes de Helen L. Diller. De Forest pasó unas cuantas horas enseñando a los niños ciegos a pintar obras de arte en dos dimensiones sobre un lienzo. También donó una pintura a esta organización sin ánimo de lucro, que más tarde fue subastada para recaudar fondos para los niños.

Con únicamente catorce años, De Forest es ya toda una mujer con una admirable huella en el mundo.

Tal vez la bendición más grande sea que De Forest no parece considerarse una “triunfadora” en absoluto. Sigue tomándose su arte muy en serio y dice entender que tendrá que trabajar y estudiar duro, con dedicación y perseverancia, para dar el salto de “niña prodigio” a artista madura. Pero por encima de todo, entiende el papel elevado —incluso divino— que tiene el arte en este mundo: puede ayudarnos a comprender la belleza y el misterio, nos vuelve más misericordiosos y empáticos y puede ayudarnos a curar las heridas del mundo con resultados muy tangibles.

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