Castel Gandolfo: el escenario del drama final de tres Pontificados
La residencia estiva de los Papas, en Castel Gandolfo, desde hace tres años ya no aloja al inquilino vestido de blanco durante breves periodos. Como se sabe, Francisco decidió no utilizarla y prefiere quedarse en Santa Marta también durante el verano. Así, tal y como se encuentra (listo para su uso), el público podrá visitar el departamento veraniego de los Papas. La ceremonia inaugural será mañana, 21 de octubre, y las visitas comenzarán el sábado 22 (para mayores informes http://www.museivaticani.va).
La despedida conmovedora de Benedicto XVI
En este edificio, transformado en centro de acogida durante la Segunda Guerra Mundial, se transcurrieron las últimas horas de tres importantes Pontificados del siglo XX. El recuerdo más cercano en el tiempo es el de Benedicto XVI, quien durante el último día de su servicio como Obispo de Roma (a dos semanas de haber anunciado su renuncia), se transfirió a Castel Gandolfo en helicóptero. Ese 28 de febrero de 2013, con la breve despedida desde el balcón exterior que da hacia la plaza, fue el día de la última aparición de Ratzinger como Papa. El viento hacía ondear el pesado estandarte con el escudo Pontificio. «Gracias por su amistad, por su afecto —dijo Benedicto XVI a todos los fieles que se reunieron bajo las ventanas del departamento. Ustedes saben que este día para mí es diferente de los anteriores; ya no soy el Sumo Pontífice de la Iglesia católica: hasta las ocho de la noche seguiré siéndolo, y después ya no. Soy un simple peregrino que comienza la última etapa de su peregrinar por esta tierra. Pero todavía me gustaría, con mi corazón, con mi amor, con mi oración, con mi reflexión, con todas mis fuerzas interiores, trabajar por el bien común y por el bien de la Iglesia y de la humanidad». A las 8 de la noche de ese día, el portón del edificio se cerró y los guardias suizos abandonaron sus puestos. En el interior ya no había un Papa; estaba Joseph Ratzinger.
A mediados de julio de 1978, cansado y artrítico, después de meses difíciles y del dolor por el secuestro y el asesinato de Aldo Moro y por la aprobación de la ley italiana sobre el aborto, Pablo VI se mudó a la residencia estiva de Castel Gandolfo. Parecía incapaz de reponerse. El 31 de julio salió por última vez a los jardines de las villas pontificias para pasear brevemente. El martes primero de agosto por la tarde quiso ir a rezar a la Iglesia de las «Frattocchie», en donde está sepultado su antiguo superior, el cardenal Pizzardo, que propició su nombramiento como arzobispo de Milán (mismo que Montini vivió como un exilio, tras su estancia en la Secretaría de Estado). Pablo VI regresó al aposento de la visita con un poco de fiebre. El miércoles, 2 de agosto, a pesar de la fiebre, Montini asistió a su última Audiencia general. Un día después, recibió al nuevo presidente de la República Italiana, Sandro Petrini. Y llegó la primera crisis. El Papa estaba muy grave, tenía una infección en las vías urinarias, pero los médicos todavía no se daban por vencidos. El sábado 5 de agosto, Pablo VI todavía logra sentarse durante un poco de tiempo e incluso ver algunas escenas de una película de vaqueros en la tele. Su entonces secretario, John Magee, cuenta: «A monseñor Macchi (el secretario particular desde los tiempos del episcopado milanés, ndr.), le gustaban mucho estas películas. Pablo VI no estaba siguiendo la trama, pero le gustaban mucho los caballos… Así, cuando había películas de vaqueros, monseñor Macchi veía la película y Pablo VI solo se interesaba por las escenas en las que salían caballos».
El domingo 6 de agosto por la mañana, Pablo VI no logra levantarse de la cama y no se asomaría para el Ángelus, cuyo texto fue difundido igualmente. Tenía 44 grados de fiebre. A medio día, Montini logra levantarse con mucho esfuerzo. «Lo levamos a la capilla sosteniéndolo, porque no lograba ni siquiera estar sentado. Recitó con nosotros el Ángelus, diciendo: “En este gran día de la Transfiguración, yo digo el Ángelus por todos los fieles de la Iglesia”». Las horas que siguieron fueron muy tensas, debido a la fiebre tan alta.
A las 17.30, don Macchi se estaba preparando para celebrar la misa en la capilla que está al lado de la recámara del Pontífice. Pablo VI pronunció toda la formula de la oración eucarística e inmediatamente después le dio un infarto. Le pusieron una inyección; la misa prosiguió y al final se le administró la unción de los enfermos. A las 21.41, el Papa falleció y en ese instante de silencio comenzó a sonar el viejo despertador que Montini tenía en su cómoda (un regalo de su madre que lo acompañaba desde la época que pasó en la nunciatura en Polonia). Monseñor Macchi, sin saberlo, creyendo que le estaba simplemente dando cuerda, fijó la alarma en el momento exacto en el que Pablo VI habría muerto. Papa Montini, recordó después Macchi «deseaba morir bien; varias veces me dijo: “Ayúdame a morir bien”. Quería morir sin crear daños a la Iglesia, sin un periodo de enfermedad que pudiera crear problemas: morir en silencio, sin molestar, con todas sus fuerzas intelectuales y espirituales, para ofrecer conscientemente su muerte como “don del amor a la Iglesia”. El Señor cumplió su oración».
Dos años antes de morir, Papa Pacelli le reveló a su fiel colaboradora, sor Pascalina Lehnert, que le había pedido a Dios un «último día» de lucidez para prepararse a la muerte. El 5 de octubre de 1958, en Castel Gandolfo, después de haber celebrado su última misa, recibió a más de dos mil notarios en una audiencia de alrededor de 20 minutos. Al final se veía cansado, pero a medio día quiso sumarse a la oración a la Virgen de Pompeya. Al atardecer se asomó de la ventana para bendecir a algunos cientos de fieles que se habían reunido en el patio del palacio papal. Estaba cansado y atormentado por el hipo. Esa tarde le dio la primera crisis grave. El 6 de octubre por la mañana, le dio un ataque de isquemia al Papa. Ya estaba en coma cuando recibió la extrema unción. Por la tarde recobró la conciencia. La noticia de la agonía del Pontífice se fue extendiendo y llegó una multitud a Castel Gandolfo. Pero el 7 de octubre por la mañana, Pacelli parecía haberse recobrado y le dijo a sor Pascalina: «Este es mi día». El día de lucidez perfecta que el Papa había pedido, y lo pasó en oración. Concluyó escuchando un movimiento de la Primera Sinfonía de Beethoven. Todos en Castel Gandolfo, al ver la evidente mejoría, nutrían esperanzas, menos sor Pascualina.
La noticia anticipada de la muerte
El segundo ataque, del que Pío XII ya no se habría recobrado, llegó a las 7 de la mañana del 8 de octubre. El Papa estaba agonizando cuando, a las 11.11, inesperadamente, una agencia de prensa romana dio la noticia de su muerte, y antes del medio día los periódicos ya estaban en los quioscos de Roma con listones de luto. Había ya ediciones extraordinarias, listas desde el día anterior, a las que se añadieron solo pocas líneas en la primera plana, bajo titulares enormes que anunciaban: «Pío XII ha muerto». Pero era una noticia falsa. Un periodista con prisas había malinterpretado el movimiento de una de las cortinas de las ventanas del departamento pontificio. Efectivamente, un grupo de periodistas se había puesto de acuerdo con el arquiatre papal Galeazzi-Lisi, quien, al momento de su muerte, habría agitado un pañuelo desde dentro. El movimiento de una monja provocó el desagradable equívoco. El mismo Galeazzi-Lisi fue protagonista de la difusión de las fotografías que se tomaron de Pacelli respirando con un tanque de oxígeno y, después de su muerte, acostado sobre el lecho, antes de que su cuerpo fuera vestido nuevamente. Ese día, por la tarde, los médicos informaron que su muerte era inminente. El Papa murió a las 3,52 de la madrugada del 9 de octubre de 1958.
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