Premonición: La que debía ser la 2ª parte de “Seven”
Cojan un telefilme de Antena 3, inyéctenle treinta millones de dólares y pongan al frente a dos actores de renombre, uno de prestigio intachable, tipo Anthony Hopkins y otro algo más joven pero con innegable potencial en taquilla, por decir algún nombre, digamos Collin Farrell.
Sitúenlos en una historia de detectives, siempre han funcionado muy bien. Que uno sea el bueno y otro el malo. No estoy destripando nada, solo hace falta contemplar el cartel de la película y ver cinco minutos de metraje o peor aún, haber visto el tráiler. No hay nada que hacer.
Pero si además, el señor responsable del guión osa dar una vuelta, es decir, ofrecer lo mismo pero con una pirueta que simule una propuesta sensiblemente distinta aunque todos salgamos con la impresión de haber visto lo mismo de siempre, mucho mejor que mejor.
Ayuda mucho, eso sí, un director que ni pinche ni corte. Un realizador que se limite a gritar “corten” y “acción” y que, una vez terminado el rodaje, se vaya a su casa a descansar.
No se crean, de estos hay más de uno y si además ese director es un cineasta brasileño como Alfonso Poyart, con ganas de meter la cabeza en Hollywood, es muy probable que todo vaya rodado.
El resultado, a buen seguro, será un título funcional, sin una sola sorpresa, pero efectivo a ojos de un público que vaya a ver por lo que ha pagado por ver. Dato importante este.
No decepcionará a nadie porque ofrecerá lo que todo el mundo espera y si dentro de los parámetros establecidos nos tropezamos con algo remotamente novedoso, bienvenido sea.
Pues bien, todo esto es Premonición. No obstante, valdría la pena puntualizar dos cuestiones particularmente interesantes al respecto. La primera, el titulo original de la cinta de Poyart no tiene nada que ver con Premonición. Su título original es en realidad Solace, es decir, Consuelo, mucho más atinado.
Y segundo, aunque pueda parecer increíble el guión de lo que hoy es Premonición fue escrito en su día para que fuera la segunda parte de Seven. En efecto, cuando David Fincher, director de Seven, leyó el guión salió espantado y cambió de número de teléfono para que no lo pudiera localizar.
Sospecho que ese guión ya debía de estar pagado porque estas cosas pasan en Hollywood y puesto que uno ya se ha gastado un dinero en un libreto, qué menos que mover un par de comas, cambiar un par de nombres, obviar un par de referencias e incluir otras y cambiarle el título para tener una película nueva. Pues bien todo esto también es Solace.
La película es muy mala, no nos engañemos. Es predecible y está rodada y montada como si tal cosa ahora bien, al final, y contra todo pronóstico, plantea un discurso que mejor planteado y desarrollado habría dado para mucho.
El problema es que aquí se esboza a base de brochazos gruesos que, sí, es cierto, al menos plantean un dilema moral al espectador pero que, no cabe duda, habría podido dar para mucho más. Y la cuestión es la siguiente: ¿si un asesino mata a un enfermo que va a morir sufriendo más allá de lo tolerable es un asesino o está ofreciendo un consuelo a sus víctimas?
Yo lo tengo claro. ¿Y ustedes?
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