5 perfectas canciones pop con temas espirituales
“Una música tan acabada como yo no podía imaginar. Cambias una nota y empeora; cambias una frase y la estructura se derrumba”. Antonio Salieri describiendo la música de Mozart en la película Amadeus.
¿Qué hace que algunas canciones parezcan tan perfectamente exactas, tan completas, tan “acabadas” que no podría imaginarse una nota de más o un ritmo ligeramente distinto que no destrozara la alquimia que sentimos en ellas? Como compositor, sé cómo componer añadiendo un gancho pegadizo y cómo resolver una frase, pero entiendo que la prueba de la música verdaderamente magnífica está en conservar siempre un sonido fresco; sin importar cuántas veces la escuches, el oído sigue deleitándose en una buena canción, y cuerpo y alma participan de la experiencia. Apuesto a que puedes nombrar una canción pop que consideres “perfecta”. ¿Mi primera elección? Ésta misma de aquí:
Una canción pop perfecta: te captura desde el primer riff de piano, desde la redundante guitarra rítmica hasta la línea de bajo, desde la progresión de acordes principales hasta las impecables voces.
Hay una serie de “canciones pop perfectas” que también tienen un perfil espiritual, en algunas es obvio, en otras no tanto. Aquí están cinco de mis favoritas.
Sinnerman, ‘pecador’, te atrapa desde el mismísimo comienzo, con un piano que repite un mismo lick mientras una caja lo interrumpe a un ritmo frenético, que tarda algunos momentos en alcanzar la velocidad del piano. Desde esta base Simone teje la historia de un pecador que busca refugio en el día del juicio final, a medida que la música continúa creciendo y creciendo con cada verso, hasta que Simone canta, como plañendo:
Corrí hacia el diablo, que esperaba a todos aquel día. Grité ‘poder’.
Luego la canción se envuelve en un bucle de gritos de ‘power’, poder, corrompida por el acto que narra; así continúa durante casi un minuto, dando énfasis a la gravedad de la elección. La canción continúa con solos virtuosos de piano de la “gran sacerdotisa del soul”, que toca con toda la emoción que podría evocar el día del juicio final. Es imposible no quedarse enganchado hasta la ultimísima nota.
Es la canción más abiertamente religiosa de esta lista. Cash relata una historia en la que Jesús le llama para advertir a los pecadores de que Él terminará por pararles los pies. La canción va acompañada de un ritmo de palmas y pisadas que le dan un aire ominoso, el de la cadencia amenazadora de una marcha reiterada, una persecución tan inevitable como su conclusión. “Puedes correr todo lo que quieras, tarde o temprano…”. Cash le da a la canción un viso de fatiga irónica con un sentido admonitorio maravillosamente pegadizo. Se está divirtiendo, aunque esté describiendo lo ineludible.
El ritmo nos arrastra lentamente a través de una bruma —como en ese crepúsculo entre la vigilia y el sueño— y luego entramos en una lucha nocturna y subconsciente por encontrar la fe. La esperanza de encontrar lo que busca devuelve a Joel cada noche al mismo río, el ‘río de sueños’, que no parece ser capaz de cruzar. No consigue llegar a la orilla de la fe y, a medida que avanza en su descripción, también van creciendo los arreglos, a los que continuamente se unen más instrumentos, más agitación, más estampido de percusión que replica el intento de caminar a través del agua, empujando firmemente a contracorriente, con voces haciendo eco a Joel, un ritmo de pregunta y respuesta afro-polinesio. La canción dice:
He estado buscando algo
que me arrebataron del alma,
algo que nunca perdería,
algo que me robaron;
No sé por qué camino de noche,
pero ya estoy cansado y no quiero andar más;
Espero que no tarde lo que me queda de vida
hasta encontrar lo que he estado buscando
La parte más linda de la obra es algo que pasa desapercibido para la mayoría. Cuando la canción va difuminándose al final, Joel entona una línea del clásico de The Cadillacs, se escucha “Gloria…”. Ahí está la pista de que Joel conserva su esperanza.
La canción abre con Ray Charles cantando veladamente sobre su amor perdido. Hay un piano, unos vientos bluseros que crecen siguiendo una progresión simple a medida que describe la vida como “vacía y estéril”. Aunque los arreglos instrumentales son excelentes, es la voz la que impulsa la canción y la que domina la pieza. La canción va levantándose, cada vez más sincera sobre qué es lo que falta en su vida —“un corazón sin amor no puede vivir”— hasta que, finalmente, Charles gime por encima de la banda su atormentado dolor y lamento, confrontando el vacío ante sus ojos:
pero dime, qué tengo;
no tengo nada en absoluto.
La canción se centra en la idea de que el amor es lo único que merece la pena tener. Dios es amor y sin Dios, tampoco tenemos nada, aunque conquistemos el mundo. Nos recuerda las palabras de san Pablo en 1 Corintios 13:
“Si hablo las lenguas de los hombres y aun de los ángeles, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. (…) si tengo la fe necesaria para mover montañas, pero no tengo amor, no soy nada”.
U2 inicia el tema con una larga introducción (gracias, Brian Eno) que casi suena como un órgano distante. Lentamente va dejando paso al eco de la hermosa línea de guitarra. Suena como campanas de iglesia, hasta que entra el bajo y se impone el ritmo. La voz de Bono surge como sin aliento; “Quiero correr”, canta, pero suena como si ya llevara largo tiempo corriendo, corriendo rápido, hacia ese repiqueteo de guitarra. Es una carrera, se entiende, una carrera para salir de las ciudades repletas de disputas y de barrios claramente delimitados, con los muros exteriores e interiores que crean, ya sea en Irlanda del Norte o en Chicago o en los suburbios de París. Es una carrera hacia el paraíso, alejado de todo, donde las calles no tienen nombre.
Donde las calles no tienen nombre
Y hablando de carreras y ciudades y calles, Bono sufrió un accidente grave en bicicleta hará poco más de un año, pero ya se ha recuperado. Así que bueno… aún no ha encontrado lo que está buscando, al menos en lo que se refiere a calles.
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