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El humanismo de Fray Junípero Serra

Este martes 30 de junio, los legisladores de California reabrirán el debate sobre si se retira o no del Capitolio de Washington, la escultura de Fray Junípero Serra, para remplazarla por una de Sally Ride, fallecida astronauta gay.
 
El Vicepresidente de la Pontificia Comisión para América Latina en el Vaticano, Guzmán Carriquiry, confía en que no prospere dicha medida, y calificó el proyecto como algo “sinsentido, y por consiguiente, muy difícil que otras instancias del país apoyen semejante decisión”.
 
Fray Junípero Serra, misionero español del siglo XVIII, fundó 18 misiones y sobre algunas de ellas se erigieron las ciudades más importantes de California. Él fue beatificado por Juan Pablo II, y el Papa Francisco lo canonizará en septiembre en los Estados Unidos.
 
A través de las cartas de Fray Junípero se revela su gran calidad humana, y sus palabras, por sí solas, desmienten los falsos argumentos que algunos grupos le imputan al religioso.
 
Por ejemplo, Fray Junípero escribió en el famoso Memorandum del 12 de marzo de 1773: “Que haga saber Vuestra Excelencia al dicho oficial y soldados que el manejo, mando, castigo y crianza de los indios bautizados y que se bautizaren, pertenece privativamente a los Padres Misioneros, excepto los delitos de sangre; y así que ningún castigo ni maltratamiento se haga en alguno de ellos, sin el dictamen del Padre Misionero, por ser lo dicho costumbre inmemorial del reino desde su conquista…”
 
Fray Junípero deseaba ante todo “el bien moral de los indios”, y por ello el 21 de junio del año 1771 denunció a un comandante con las siguientes palabras: “ya se ha entrometido en el gobierno de las misiones, que quería y defendía que todo le tocaba a él y no a los padres”.
 
Fray Junípero defendía la salvaguarda misional y preservación de la estructura misional que hacía posible la obra evangelizadora y civilizadora de los indígenas, las misiones-pueblo de vida comunitaria y con gobierno paternalista.
 
Por lo demás, no se puede poner en duda su fe desbordante de quien enfermó de una dolorosísima llaga en el pie, pero aún así, se negó a abandonar las misiones, pidió al arriero Juan Antonio Coronel algún remedio contra su mal: “hazme el mismo medicamento que aplicarías a una bestia…” “Yo confío en Dios me ha de dar fuerzas para llegar a San Diego, como me las ha dado para venir hasta aquí; y en caso de no convenir, me conformo con su santísima voluntad”.
 
En otra de sus cartas, al virrey Bucareli, del 15 de diciembre de 1775, decía: “Una de las principales cosas que pedía al Ilustrísimo Visitador general en el principio de estas conquistas fue que, si los indios, fueran gentiles, fueran cristianos, me mataban, se les había de perdonar”.
 
Finalmente, no se puede ignorar lo escrito por él en la Misión de San Juan Capistrano, más aún cuando siendo español, veía como un acto de justicia el surgimiento de una nación: “Oramos fervorosamente la noche pasada por el éxito de los colonos alrededor de cierto Jorge Washington porque creemos que su causa es justa y que el Gran Redentor está de su lado”.
 
Artículo originalmente publicado por SIAME

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