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El amor requiere paciencia: con uno mismo y con el otro

“La paciencia no puede ser probada de otra forma que con sufrimiento, y la paciencia está unida al amor” (Pequeñas conversaciones con Dios, Santa Catalina de Siena)
 
En esencia el amor no puede ser probado sin paciencia o sufrimiento, pero en el mundo de hoy es fácil confundir el significado del amor. Cualquier programa de televisión o película te mostrará que el amor es todo rosas y mariposas una vez que ambos personajes se enamoran, y luego viene el final feliz.
 
Lo que a menudo olvidamos (haciendo a un lado el hecho de que los programas de TV y las películas están hechos con la intención de asombrarnos) es que ellos nunca muestran lo que ocurre luego del “felices para siempre”, así que no pensamos en ello. Salimos del cine con una imagen imperfecta de lo que significa el verdadero amor y decidimos creer que, una vez que la pareja esta junta y se promete mutuo amor eterno, tendrá una relación perfecta y sin problemas de allí en adelante.
 
La frase de Santa Catalina de Siena nos enseña lo que es el verdadero amor: “La paciencia no puede ser probada de otra forma que con sufrimiento, y la paciencia está unida al amor.”
 
Antes que nada, la paciencia está unida con el amor, son inseparables. Y no hay otra forma de probar la paciencia que con el sufrimiento, esto implica que el amor requiere sufrimiento, eso es porque el amor es la completa donación de uno mismo.
 
¿Deseas amar? Si tu respuesta es sí (y espero que sea esa), entonces tienes que entregarte a ti mismo. Esto requiere compromiso, sacrificio, paciencia, y si, sufrimiento. Para amar, sufrirás por el bien de otro, amar es olvidarte a ti y poner al otro primero. Por supuesto, un amor saludable llama a ambos a tener está misma meta, por lo que deben luchar. La entrega es el verdadero amor.
 
Si cada pareja que llega al altar el día de su boda, lo hiciese con la mentalidad y la preparación del corazón y del alma para entregarse completamente al otro, apostaría que la tasa de divorcios descendería enormemente. Pero eso es lo que prometemos en el altar del Señor, y esa clase de amor requiere paciencia: paciencia con uno mismo y paciencia con el otro.
 
Si ya estás casado, haz el esfuerzo de trabajar continuamente hacia la realización de la sana entrega del uno al otro. Por supuesto, esto debe ser considerado en el contexto de una relación que está ordenada sana y correctamente, si hay otros factores involucrados como el abuso o el maltrato, busca consejo y guía, y ama a la otra persona desde la distancia, mientras reciben ayuda profesional.
 
Si aún no estás casado, pero estás comprometido, ponte en oración por tu futuro matrimonio iluminado por esta verdad y pregúntate ¿Están yendo al altar por su propia voluntad o algo/alguien te presiona a casarte? ¿Estás dispuesto a entregarte completamente por el resto de tu vida? El matrimonio implica grandes compromisos que requieren una gracia especial, que ha sido derramada en la pareja por el Sacramento del Matrimonio a través del poder del Espíritu Santo.
 
Esto puede parecer aterrador para algunos, pero cuando reflexionas y oras acerca de esto, se revela la grandeza y majestuosidad del amor. No, el amor no es solo rosas y mariposas, pero hay una rica dulzura en la clase de amor que te permite renunciar a ti mismo, entregarte y sufrir por el otro.
 
Echa un vistazo a tu propia vida, las personas por las que estas dispuesto a sufrir, esas son las personas a las que más amas. Un ejemplo de esto es cuando alguien dice “yo sería capaz de dar la vida por mi madre (o padre)”, “trabajaré muy duro sin importar cuán cansado esté para poder ayudar a mi madre”, esto es porque estás dispuesto a sufrir y esforzarte en un nivel muy superior por ellos ya que les amas mucho. Esto, en mayor medida debe suceder con la persona con la que vas a unirte en el Sacramento del Matrimonio pues se comprometen a ser una sola carne para el resto de la vida, esto es incluso más grande que un familiar, es parte de ti mismo.
 
Si no estás dispuesto a sufrir por las personas a la que dices amar, necesitas profundizar y trabajar en perfeccionar tu amor por ellos.
Requerirá paciencia, requerirá sufrimiento, pero los frutos serán la mayor recompensa. Solo entonces habrás encontrado la grandeza y dulzura del verdadero amor.
 
Fuente: Catholic.org, Autor: Jackie Stammen
 
Artículo originalmente publicado por pildorasdefe.net

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