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La Divina Misericordia

Por José Ignacio Alemany Grau, obispo

Reflexión homilética del 19 de Abril de 2020

Hoy, en la octava de Pascua, al calor de la Divina Misericordia, meditemos en el amor del Resucitado que con su muerte nos dio el agua del bautismo y el pan de la Eucaristía, y con su resurrección nos abrió para siempre las puertas del cielo.

Demos gracias y glorifiquemos al Señor.

Hechos de los apóstoles

Los Hechos nos enseñan cuatro cosas que debemos hacer los cristianos en nuestra casa y de una manera muy especial en esta temporada difícil, aunque tendremos que esperar para “partir el pan”, después del Covid 19:

+ La enseñanza de los apóstoles

La encontraremos en la santa Biblia, y de una manera especial si lo que leemos lo compartimos entre nosotros.

+ En la vida común

Que en estos días vivimos de una manera muy especial en familia, en la Iglesia doméstica.

+ En las oraciones

Con cantos y salmos y otras oraciones espontáneas que rezamos en el seno familiar.

+ Fracción del pan

Finalmente se habla de la “fracción del pan”, es decir, de la Eucaristía que en este tiempo es difícil pero que un día la recibiremos con mucha más “hambre de Dios”.

Salmo 117

Nuestra sociedad no ha querido que Jesucristo sea la piedra angular, puesta por Dios para que la humanidad pueda ser feliz.

Sin embargo, el poder de Dios es mucho más grande y llegará el tiempo en que tendremos todos que reconocer que “la piedra (es decir Jesucristo) que desecharon los arquitectos  (de este tiempo), es ahora la piedra angular”.

Esto solamente ha podido hacerlo el mismo Dios y es un verdadero milagro que será patente para toda la humanidad.

San Pedro

En este párrafo breve la primera carta del apóstol nos invita:

+ Alabar a Dios porque la resurrección de Cristo nos ha hecho nacer de nuevo.

Qué hermosa costumbre la de muchos cristianos que ponían a sus hijos el nombre de “Renato” que significa “renacido”, a la vida nueva que nos trajo Jesús.

+ La fe probada en estos momentos es un tesoro “de más precio que el oro”.

Con ella llegaremos “a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo”.

+ Finalmente San Pedro nos felicita por algo muy importante que a veces no pensamos:

“No habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no lo veis y creéis en Él; y os alegráis con un gozo inefable… alcanzando así la meta de nuestra fe: vuestra propia salvación”.

Versículo aleluyático

La alabanza ahora nos viene de parte de Jesús que nos dice:

“Dichosos los que crean sin haber visto”.

Evangelio

Encontramos en este párrafo de San Juan el saludo del resucitado que nos repite como tantas veces oímos en la liturgia:

“Paz a vosotros”.

Qué importante es vivir en paz con Dios, con los hermanos y con nosotros mismos.

El Resucitado trae siempre el gozo de su Espíritu. Por eso el evangelista advierte que:

“Los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”.

Jesús, en el mismo día de la Pascua, les da a los apóstoles el poder de perdonar los pecados instaurando así la confesión:

“Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecado les quedan perdonados; a quienes se los retengáis les quedan retenidos”.

A continuación advierte el evangelio que no estaba Tomás y, por más que le dijeron los otros que habían visto a Jesús resucitado, se negó a creer.

Ocho días después Jesús vuelve por el apóstol que le negó la fe y, dirigiéndose de frente a Tomás, le dijo:

“Trae tus dedos, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo sino creyente”.

Santo Tomás nos enseñó una preciosa fórmula de oración y adoración:

“¡Señor mío y Dios mío!”

Jesús termina con estas palabras que acogen a Tomás, pero deja claro que serán más dichos “los que crean sin haber visto”.

Aprovechemos este hermoso día para renovar nuestra fe en Jesucristo nuestro Redentor y Señor de la Divina Misericordia.

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