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Un México cristero, pacífico y fiel, celebra el Día del Laico a los pies de Cristo Rey

La sombra –mejor dicho, la luz—del beato y mártir de la Guerra Cristera (1926-1929) Anacleto González Flores, patrono de los laicos mexicanos, estuvo presente el día de ayer a los pies del Cerro del Cubilete, corazón cristero de México, bajo la mirada de la enorme estatua de Cristo Rey.

Como Cristo Rey, con los brazos abiertos

El Parque Bicentenario de Silao (Guanajuato), donde en 2012 el Papa Benedicto XVI ofició una Misa en la que recordó –durante la homilía—que San Juan Pablo II hubiera querido ir ahí pero en uno de sus viajes a México se lo impidieron las autoridades del país, fue el escenario para que cerca de catorce mil laicos de todos el país renovaran la consagración de México al Sagrado Corazón de Jesús.

Bajo el lema de “Laicos de brazos abiertos”, al pie de la montaña de Cristo Rey y en el aniversario del beato Anacleto, se celebró, también, la primera edición del Día del Laico, una celebración en la que se refuerza el papel fundamental del laicado mexicano en la Iglesia “en salida” que ha marcado el Papa Francisco.

La celebración eucarística, presidida por el nuncio en México, Franco Coppola junto con el arzobispo de León (Guanajuato), Alfonso Cortés, fue un solemne acto de desagravio por la irreverencia, las profanaciones, el desprecio a la fe y a la Iglesia y por los pecados del ateísmo que han proliferado en México, paradójicamente la segunda nación con mayor número de católicos del mundo.

Entre las muchas frases que dejó escritas el beato González Flores, llamado cariñosamente “el Maestro Cleto”, bien podría caber aquella que proponía en uno de sus ensayos agrupados en el texto El plebiscito de los mártires” y que explica el catolicismo acendrado de los cristeros mexicanos: “Por encima de la mano que edifica está y siempre ha estado, a muchos codos de altura, la fecundidad portentosa del espíritu”.

El obispo auxiliar de Morelia y presidente de la Dimensión Episcopal para los Laicos del Episcopado Mexicano, Víctor Aguilar, pidió inspirarse en el beato Anacleto y en la frase brazos abiertos “para alabar a Dios, para pedir gracias por nuestra patria, familias, gobernantes, por las situaciones de nuestra patria… pero también hacernos hermanos, para tender la mano al necesitado, para dejar protagonismos, dejar de ser grupitos y sectas dentro de la Iglesia, que sepamos estar abiertos a los grupos, a los distintos carismas”.

La oración del cristero

Uno de los momentos centrales –éste que es el noventa aniversario del fin de la Guerra Cristera—fue el rezo de la multitud de la “Oración del cristero”, la que rezaban cada mañana los cristeros antes de salir al campo y defender su fe contra las tropas federales y los perseguidores de la Iglesia católica en los años aciagos de México:

¡Jesús Misericordioso! Mis pecados son más que las gotas de sangre que derramaste por mí. No merezco pertenecer al ejército que defiende los derechos de tu Iglesia y que lucha por ti. Quisiera nunca haber pecado para que mi vida fuera una ofrenda agradable a tus ojos. Lávame de mis iniquidades y límpiame de mis pecados. Por tu santa Cruz, por mi Madre Santísima de Guadalupe, perdóname, no he sabido hacer penitencia de mis pecados; por eso quiero recibir la muerte como un castigo merecido por ellos. No quiero pelear, ni vivir, ni morir, sino por ti y por tu Iglesia. ¡Madre Santa de Guadalupe!, acompaña en su agonía a este pobre pecador. Concédeme que mi último grito en la tierra y mi primer cántico en el cielo sea ¡Viva Cristo Rey! Amén.

Transformar desde la fe

Otro momento importante fue la lectura del llamado “Manifiesto laical” un decálogo mediante el cual los católicos mexicanos se comprometen a transformar las instituciones sociales en México conforme al Evangelio; a convencer a los ciudadanos a defender los valores de la familia, la vida, la verdad, el trabajo honesto, la solidaridad y las libertades.

Al tiempo de cuestionar las políticas públicas y las leyes que están haciendo daño a los ciudadanos el Manifiesto subraya que para modificar esas decisiones política y leyes “se necesitan ciudadanos informados y preparados, activos y con responsabilidad social política, este es uno de los retos que los laicos asumimos públicamente hoy”.

El Manifiesto también indica que el beato Anacleto González Flores, patrono de los laicos mexicanos, será para los creyentes de México un modelo actual e inspirador en medio de una realidad donde son evidentes las carencias “necesidades apremiantes, problemas serios viejos y nuevos que padecen miles de pequeños pueblos”.

Dos jaculatorias de don Manuel Urquiza están estampadas en el monumento a Cristo Rey en el Cerro del Cubilete, centro geográfico y espiritual del México cristero: “Sagrado Corazón de Jesús, perdónanos y sé nuestro Rey” y “Santa María de Guadalupe, Reina de México, ruega por tu nación”.

Hoy, como nunca en la historia moderna, México necesita ese doble reinado.

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