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Petro, seminarista de Tanzania, donde la Iglesia es muy joven

Fui bautizado y recibí el sacramento de la Sagrada Eucaristía el 24 de diciembre de 1995 en la parroquia Cristo Rey – Rwamlimi en Musoma-, a los doce años, con una edad bastante avanzada pues, antes del bautismo de mi madre en 1993, mi familia no era católica. Cinco años después del bautismo recibí el sacramento de la confirmación. Debido a la falta de registros en mi parroquia, tuve que volver a confirmarme en 2010.

Petro Antony Chacha con su familia.

Petro Antony Chacha con su familia.

Después de la educación primaria, quise ingresar en el seminario menor de San Pío X y continuar allí la educación secundaria. En aquella época de mi vida, esto parecía tan natural, pues, desde que había conocido a los sacerdotes y catequistas que trabajaban en mi parroquia, siempre me había mostrado muy interesado en servir como monaguillo justo después de mi bautismo en 1995. Este interés fue tan evidente en la medida en que casi todos los que me conocieron desde la infancia, especialmente después de mi bautismo, podían afirmar que el sacerdocio era vocación correcta para mí.

Petro Antony Chacha estudiando la educación primaria.

Petro Antony Chacha estudiando la educación primaria.

Sequedad espiritual 

Sin embargo, después de la secundaria, cuando se suponía que debía entrar al seminario mayor, experimenté una fuerte crisis vocacional. Esto marcó el comienzo de siete años de sequedad espiritual. Fue el momento más difícil de mi vida porque no llegaba a tomar una decisión firme sobre mi camino. Por lo tanto, me di un descanso para meditar y discernir la vida a la que Dios me estaba llamando.

Así, me matriculé en la Universidad de Dar Es Salaam, donde cursé la Licenciatura en Ciencias de la Educación con especialización en Química y Biología. Me gradué en 2010. Luego, en 2011, fui contratado por el gobierno para enseñar en la escuela secundaria técnica de Bwiru.

Pero el Señor no se había olvidado de mi, e hizo que se prendiera una nueva luz brillante, un llamado aún más fuerte al sacerdocio, que comenzó a brillar de nuevo en mi corazón durante la Cuaresma de 2012.

Fue un momento muy particular: estaba con un grupo de una pequeña comunidad cristiana, y juntos fuimos a visitar a las Hermanas Clarisas en su convento. Atraídos por su sencillez y devoción al Señor, el llamado a entregarme completamente a Dios a través del sacerdocio volvió a brotarse en mi alma, abriéndose como una flor en la primavera. Estaba tan feliz: Dios no se había ido de mi alma, solo se había quedado escondido, discreto, esperando mis tiempos.

Así, para estar seguro de si esta era la forma correcta para seguir, fui a pedirle un consejo a alguien que sabía que me iba a entender: una monja mayor del convento, llamada Hna. María of Holy Family. Esta santa monja me animó a través de dos cosas: la historia de su vocación y una verdadera catequesis sobre la bondad, la importancia y la belleza del sacerdocio. Entonces me envió a mi obispo.

Dos años de reflexión y oración 

Después de explicarle al obispo mi situación y mi deseo de ser sacerdote, él me aconsejó que tomara un tiempo para reflexionar más sobre la importancia de ambas vocaciones, la del sacerdocio y la de la vida matrimonial, antes de tomar mi decisión.

Después de dos años de reflexión y oración, en abril de 2014 volví a ver al Obispo para comunicarle mi decisión clara y definitiva de ser sacerdote que esta vez estuvo de acuerdo en recibirme para formarme en su residencia a partir de julio de 2014. No puedo explicar adecuadamente la alegría que tuve ese día. Estaba muy feliz y sentía que mi cuerpo se había vuelto muy ligero.

La beca en la Universidad Pontificia de la Santa Cruz 

En septiembre de 2014 comencé a estudiar filosofía en el Jordan University College en Morogoro, Tanzania. Luego, en julio de 2017, me gradué. Obtuve una licenciatura en filosofía. En octubre de 2017, comencé a estudiar teología en el seminario Segerea de St. Carlos Lwanga, en Dar es Salaam.

Desde allí, mi Obispo me informó que había obtenido una beca para mi, para que pudiera estudiar en Roma en la Pontificia Universidad de la Santa Cruz. Por esta oportunidad me siento muy privilegiado y cada día le doy gracias a Dios y le encomiendo mis benefactores del CARF que lo han hecho posible.

Estar en Roma me ha animado aun más a realizar mi sueño, ser un sacerdote bueno, santo y generoso. Es como si el interés y pasión por este llamado, que ya había motivado a mis padres a enviarme a estudiar al seminario menor, se hubiera multiplicado, primero a través de la gracia de Dios, pero también del estudio duro y de la autodisciplina, incluso en pequeños aspectos de la formación: todo está contribuyendo a que este deseo y sueño mío de toda la vida se pueda convertir en realidad.

Mi primera experiencia en el corazón de nuestra fe, cerca del Santo Padre, fue muy conmovedora y hermosa. A pesar del gran desafío de las barreras culturales y de idioma con las cuales me tuve que enfrentar cuando llegué, me impresionaron las hermosas y espléndidas basílicas históricas, los centros espirituales, los conventos y las estatuas de la ciudad.

Durante mi estancia en Roma, puedo decir con confianza que ha fortalecido mi fe y profundizado mi conocimiento sobre la Iglesia: algo que no podría haber comprendido mientras estaba en Tanzania, teniendo en cuenta que la Iglesia de mi país es muy joven.

Seminario Internacional Sedes Sapientiae 

Además, tengo el privilegio de beneficiarme de los estudios de altísimo nivel no solamente en la Universidad de la Santa Cruz, sino también la formación especial que recibo en el Seminario Internacional Sedes Sapientiae, donde sacerdotes buenos, devotos y generosos cuidan mucho de mi y de mi vida espiritual y vocacional.

Me siento muy agradecido, y siempre me sentiré, con mis bienhechores del CARF, aunque no tengo nada a cambio de este privilegio del cual me considero tan indigno. ¡No saben lo importante que es el trabajo de amor que están haciendo a la Iglesia en mi diócesis, mi país y el mundo en general! Tan solo les puedo ofrecer a cambio mis oraciones y mi determinación de convertirme en un buen y santo sacerdote, por la Iglesia de Dios en Tanzania y en el mundo.

Además, quisiera dar las gracias también a mi Obispo, a mis formadores en el Seminario Sedes Sapientiae, quienes me llevan incansablemente en el camino hacia la santidad a través de la vocación sacerdotal, y a todos mis hermanos y compañeros seminaristas, una nueva familia para mí».


Centro Académico Romano Fundación CARF, nació en 1989, y ayuda fundamentalmente a la formación integral de sacerdotes y seminaristas de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz (PUSC), de las Facultades de Estudios Eclesiásticos de la Universidad de Navarra (UNAV) y de los Colegios Eclesiásticos Internacionales Sedes Sapientiae y Bidasoa. 

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