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“Los vándalos y terroristas son la minoría”, recemos por Colombia

Durante los seis días de protesta se han vivido manifestaciones pacíficas, pero también actos violentos en algunas ciudades, que recuerdan situaciones como la de Chile

El fallecimiento del joven Dilan Cruz aumenta la tensión en Colombia, donde desde hace seis días se vive una jornada de protestas que empezó con un paro nacional y ha continuado con manifestaciones en sus principales ciudades. Para responder a los reclamos ciudadanos, el presidente, Iván Duque, inició una gran conversación nacional, la cual ha sido respaldada por los obispos al asegurar que “la Iglesia católica, desde su identidad y su misión, está dispuesta a favorecer y a participar en este diálogo en todas las regiones del país”.

El joven fallecido tenía 18 años y hacía parte de una de las manifestaciones en Bogotá cuando fue herido por un proyectil lanzado por agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía Nacional. Falleció después de tres días en delicado estado de salud, lo que generó miles de mensajes solidarios pidiendo por su alma y por su familia, e incrementó el clima de tensión en el país.

El paro fue convocado para el pasado jueves por varios sectores, entre ellos asociaciones sindicales, docentes y sectores políticos opuestos al gobierno, para reclamar por el desempleo, posibles reformas económicas, asesinatos de indígenas y líderes sociales, entre otras razones. Los estudiantes universitarios han sido un grupo clave en las marchas, a las que se han unido para insistir en un mayor presupuesto para universidades públicas y rechazar la política de seguridad durante las protestas sociales.

Sobre las motivaciones del paro, la Conferencia Episcopal –si bien considera que obedece a un “profundo anhelo del pueblo colombiano de poner fin a los problemas que aquejan a nuestra nación desde hace muchos años”–, también pone de presente su preocupación porque “no siempre aparecen claros su origen y objetivos, hay ciertas formas de manipulación política y se han percibido apropiaciones a favor de intereses particulares”.

El primer día -21 de noviembre- empezó como una movilización pacífica y masiva, en la que participaron miles de colombianos de todos los sectores sociales. Lamentablemente el día concluyó con actos vandálicos y saqueos ocasionados por algunos manifestantes y reacciones excesivas por parte de algunos miembros de la fuerza pública.

Especialmente los dos primeros días se vivieron momentos de tensión en ciudades como Cali y Bogotá, donde se produjeron ataques al servicio público de transporte, bloqueos viales y se destruyeron bienes públicos y privados, afectando a un gran número de ciudadanos. En estos disturbios también resultaron heridos civiles y más de 300 miembros de la fuerza pública y fue necesario decretar el toque de queda.

Esas dos ciudades vivieron, además, una situación de pánico colectivo cuando algunos grupos de vándalos, aprovechando el caos general, llegaron a barrios residenciales a destruir y amedrentar a sus habitantes. La situación se agravó por la multiplicación de mensajes a través de redes sociales que en muchos casos no eran ciertos pero lograron generalizar el miedo.

Las expresiones de inconformismo han continuado con antorchas, cantos, manifestaciones artísticas y cacerolazos, una forma de protesta que por primera vez se hace en Colombia. Por su parte, el gobierno colombiano refutó las críticas de sus opositores con un balance de los logros alcanzados, invitó a mantener la calma y llamó a todos los sectores a la unidad y a la concertación de políticas sociales.

Oración por Colombia

El rechazo a la violencia ha sido generalizado porque son unos pocos los que siembran el caos, y los llamados a la cordura y a la oración también se han extendido con fuerza. 

La Iglesia católica colombiana insistió en la necesidad de dejar la violencia porque va en contravía del propósito mismo de los reclamos pacíficos: “No te trata de destruir lo que tenemos sino de construir lo que nos falta”, dice en su comunicado.

Otro de los llamados nació de miles de fieles católicos colombianos y va dirigido a movimientos, asociaciones laicales, grupos apostólicos, consagrados y laicos, para unirse este miércoles 27 a las 12 del día a orar el Santo Rosario en contra de los violentos.

“Se dice que los buenos somos más, pero por lo general no hacemos mucho. Los vándalos y terroristas son la minoría y hacen muchísimo más ruido”, dicen en la invitación que circula en redes sociales para acudir “con Rosario en mano a los balcones, terrazas, puertas de los templos, Capillas de Adoración, plazas, lugares de vivienda y trabajo… a recitar 50 veces el Ave María a todo pulmón”.

A la par con las manifestaciones que están anunciadas para los próximos días continuarán estas jornadas de oración, impulsadas desde la Conferencia Episcopal a través del llamado a “perseverar en la oración, pidiendo fortaleza y sabiduría para superar este momento difícil que vivimos y para favorecer todo lo que nos conduzca a la reconciliación”.

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