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Giovannino, concebido in vitro y abandonado al nacer por estar enfermo

Giovannino nació en agosto en el Sant’Anna de Turín. Sin embargo, él nunca fue a casa porque sus madres biológicos, que lo concibieron con la FIV heteróloga, lo abandonaron: el motivo está vinculado a la enfermedad de Giovannino, la ictiosis arlequín. Una patología rarísima que lo obliga a estar lejos de la luz, además de graves dificultades respiratorias.  (por TGcom24)

Vivimos en un tiempo confuso: Con esta triste noticia, estamos presenciando la esquizofrenia presente en las páginas de los medios de comunicación. Los mismos que ahora lanzan campañas mediáticas para adoptarlo, habrían considerado correcto abortarlo si la patología se hubiera manifestado durante el embarazo.

El único camino humano verdaderamente viable es el que salva la fragilidad del niño y, también, puede salvar la fragilidad de unos padres que no ha sabido aguantar el peso de un niño deseado pero que nació muy enfermo.

La marca, la huella

Giovannino nació literalmente con una marca encima. Ciertas culturas lo considerarían una marca de maldición, el sello de una desgracia escrita en el destino antes del nacimiento.

No se oye hablar a menudo de la ictiosis arlequín, de hecho es un trastorno tan raro que afecta a uno de un millón de niños. La piel, debilísima, no puede tolerar la exposición al sol. La epidermis se divide en grandes capas como los rombos del traje de Arlequín, la misma respiración es suficiente para causar una lesión. El riesgo de infecciones es muy alto, la esperanza de vida es muy baja. Por lo tanto:

Giovannino es un pequeño milagro, visto que la disfunción congénita que padece, normalmente, prevé una tasa de mortalidad muy alta; de hecho, quien nace con ictiosis arlequín muere en las primeras semanas de vida, mientras el pequeño protagonista de esta historia ha superado brillantemente la fase aguda de la patología. No obstante sus expectativas de vida siguen bajas. (por Il Giornale)

Condenado a permanecer en la oscuridad – en un sentido literal y simbólico –, este bebé nos aporta una luz intensa.

La enfermedad es una gran piedra de toque, nos interpela en temas que quisiéramos esquivar. Competimos en una lucha por los detalles de nuestros recién nacidos (los ojos los sacó del papá, la nariz de su mamá). ¿Y de quién sacó la “marca” de la enfermedad? Tremendo peso que aguantar, y profundamente injusto culparse como padres.

Pero nuestros hijos no se parecen solo a nosotros, se parecen principalmente a Quien los ha creado. El peso que somos incapaces de cargar, puede llevarlo Quien ya llevó la Cruz. El misterio de la enfermedad probablemente tiene que ver con la semejanza radical, original a nuestro Padre. No es una marca, sino que es una huella suya.

Es ahí donde duele que Su mano abrace tan fuerte que deja una marca. Y por lo tanto, es uno con el corazón, es decir: somos libres de enfrentar el riesgo de que el deterioro y el sufrimiento no sean un error corporal “superficial” sino que sean parte de un diseño de vida injertado en el alma, por cuan incomprensible pueda resultarnos.

Es solo sosteniendo la mirada a esta vertiginosa hipótesis que se puede tender la mano a los padres de Giovannino, que aún está vivo y que aún espera los brazos de mamá y papá.

Deseado, dado

Cada vez con mayor frecuencia habrá padres que no sabrán cómo soportar el peso de decir “Deseaba este niño”. No es una frase emocionante, porque te deja solo y desarmado ante el exceso de necesidades y novedades que es una criatura.

“He deseado un hijo” cierra el horizonte de manera claustrofóbica, no lo abre: algunos, ingenuamente y de buena fe, creen que es positivo usar el verbo desear para expresar toda la intensidad del bien por tener un hijo.

“Desear un hijo” es estar con los puños cerrados frente a su deseo, una rigidez que no deja espacio para la verdadera acogida (la mano abierta). Si somos artífices solitarios de esta voluntad, ¿a qué puertas tocaremos cuando esta nueva vida no sea lo que nosotros habíamos previsto?

Los padres de Giovannino recurrieron a la fecundación in vitro heteróloga, no se sabe más. Deducimos de ello que había un deseo de maternidad y paternidad que fue atrapado por la apetecible trampa de la “fabricación”. Deseaban un hijo, al punto de someterse a un procedimiento que sabemos que es muy humillante.

¿Y luego? Su deseo se topó con un resultado inesperado. Podríamos poner aquí un punto al discurso y, simplemente, repetir por qué, como cristianos, nos oponemos firmemente a cualquier manipulación de la vida humana, a cualquier intento que el misterio de la concepción entre en el recinto de los experimentos de laboratorio.

Me gustaría, si pudiera, dirigirme a la mamá y al papá de Giovannino para proponerles un salto frente a lo que me estremece y que, sin embargo, me parece la única herida digna de dejar abierta para hacer surgir un poco de esperanza. Quisiera decirles que el puño cerrado por su gran deseo se puede aún extender, abrir.

¿Y si fuera en realidad una bendición ese hijo tan diferente a lo que ellos esperaban? ¿Y si Alguien los ha considerado dignos de esta prueba y les ha dado precisamente al hijo que los necesitaba?

Nadie está a la altura de saber estar, a priori, frente al drama de una enfermedad grave. Nadie puede “desear” esta prueba para su hijo. Y mientras permanezcamos en el reino del desear no habrá solución a las dicotomías que suben del estómago al corazón.

Solo dando un paso valiente en el reino del don existe la posibilidad de una reconciliación fecunda de los opuestos; no es la paz y la tranquilidad de un mar sin olas… es la fuerza del marinero que sabe mantenerse en el timón.

Giovannino tiene una enorme señal de reconocimiento que lo vuelve ya pariente cercano de Dios más que de los hombres, esa señal es como el sello en el sobre: nos dice de dónde llega y que alguien ha querido enviarlo.

El mensaje escrito en su persona es la respuesta que buscaban: creían que querían un hijo, en cambio era Dios quien quería dárselo. Todavía quiere llamarlos a nadar en un mar que su deseo no podía concebir, pero que ahora está aquí y puede sacar de ustedes recursos inimaginables de bien. No durará mucho este regalo, vengan a buscarlo.

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