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Enferma de cáncer, arriesga su vida para salvar a su bebé

Era agosto de 2013 cuando Angela Bianco, una mujer italiana de 26 años embarazada de tres meses, se desmayó en su casa después de un terrible dolor de cabeza. En las emergencias de un hospital cercano, le diagnosticaron una hemorragia cerebral como causa de su pérdida de consciencia.

En cuanto se despertó, la trasladaron a un hospital de Roma donde, después de una biopsia, se confirmaron los peores temores de Angela: tenía cáncer.

“El veredicto era terrible: tumor cerebral maligno”, cuenta Angela en una entrevista de Nicola Nicoletti publicada en la revista italiana Credere y compartida por Familia Cristiana. “Pensé en mi vida, pero también en la de la pequeña de tres meses que vivía en mi interior. En unos pocos segundos, las imágenes de la historia de mi vida aparecieron ante mis ojos en unos destellos como de película. Dije a los médicos que no quería abortar; quería que el enorme regalo que era mi hija naciera, a cualquier precio”.

Tras descartar la posibilidad de un aborto, Angela estaba en una difícil posición. “Necesitaba consejo, una tabla donde agarrame. Así que recurrí al doctor Salvatore Ronsini, el ginecólogo que había estado atendiéndome todo este tiempo”, explica a la periodista.

Peregrinos en Lourdes

Casualmente, un grupo de peregrinos procedentes de la región de Italia de la que es Angela estaba en Lourdes durante aquellos días de agosto y se enteraron de la dramática situación de la joven. Rezaron intensamente por ella desde el lugar de las apariciones de la Virgen María a santa Bernadette, la gruta de Massabielle. Entre los peregrinos había un vecino de Angela que también era compañero de clase de un médico, el doctor Pantaleo Romanelli, que precisamente quizás podría ayudar a Angela con un tratamiento para su tumor que no dañara a su hija no nata.

Según parece, entre los posibles tratamientos que ofrecieron a Angela estaba la posibilidad de someterse a un tratamiento innovador con CyberKnife, un instrumento desarrollado para radioterapia que posibilita abordar la zona del tumor con gran precisión. Providencialmente, Romanelli, el médico que conocía el vecino de Angela, era el neurocirujano italiano que usaba esta técnica en concreto en los Estados Unidos. Se había abierto una ventana de esperanza para Angela. “Pensé que esta podría ser la solución para salvar al bebé y también mi propia vida”, confesó a Credere.

Por desgracia, el proceso burocrático no iba tan rápido como la situación requería. El tiempo que necesitaba la documentación para realizar esta intervención médica en el extranjero, dado que no estaba disponible en Italia, tardaba una eternidad, mientras el tumor seguía creciendo sin control.

“Al final, decidimos con el profesor Romanelli llevar a cabo la operación en Grecia. Volamos a Atenas tan rápido como pudimos para utilizar CyberKnife y evitar dañar al feto”, explicó a Nicoletti.

La operación, que se desarrolló durante el quinto mes de embarazo, logró salvar la vida tanto de la madre como de la hija que llevaba en su seno. Sin embargo, la batalla no había terminado y, después del nacimiento de Francesca Pia, Angela tenía que empezar con la quimioterapia.

“Me salvé gracias a mi fe”

Durante toda esta difícil trayectoria, Angela siempre recurrió a su fe. Para ello recibió también el apoyo de la orientación espiritual del sacerdote Luigi Maria Marone.

La oración me ayudó muchísimo durante estos tiempos difíciles. Me salvé gracias a mi fe. El sacerdote me animó a ofrecer mi velo de casada a la Inmaculada Concepción. El día que lo puse sobre su cabeza fue el último día de quimio después de una época muy difícil”, manifestó para Credere.

Francesca Pia en honor del Santo Padre y de san Pío de Pietrelcina

El tratamiento de Angela terminó hace cinco años y ahora tiene exámenes regulares para asegurarse de que todo vaya bien. Su hija tiene 5 años, tiene el pelo rizado y le encanta bailar. La lucha por su vida ha hecho que el vínculo entre madre e hija sea más fuerte todavía. ¿Y por qué la llamaron Francesca Pia?

“Una noche en la que me sentía fatal, me encontré con una estatua del santo de Pietrelcina. Le prometí que le pondría este nombre a mi hija. Ahora tengo un deseo: quiero contar la historia al papa Francisco; después de todo, ¡mi hija tiene el mismo nombre que él!”.

En la batalla contra la enfermedad, Angela nunca perdió la fe; en vez de eso, cultivó la esperanza, la confianza y la humildad. ¡En su debilidad se manifestó el poder de Dios!

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