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¿Cómo hablar con mi hijo de sexualidad?

Hablar de sexualidad a nuestros hijos supone para muchos un verdadero dolor de cabeza, especialmente en una sociedad en la que la sexualidad se extiende por todas partes y se muestra distorsionada, degradada y deformada.

Este rompecabezas se combina con otra dificultad mucho mayor, es y que el sexo es una cuestión propia de la intimidad. Esta intimidad conyugal es el secreto más profundo de la vida familiar. Sin ella nuestros hijos no habrían venido a este mundo y no estarían allí frente a nosotros haciéndonos ciertas preguntas – o, al menos, no estaríamos haciéndonosla, e incluso torturando nuestras mentes, para saber cómo deberíamos hablarles sobre sexualidad.

El pudor de los padres

Para los padres que son normalmente equilibrados y enamorados el uno del otro, el pudor es grande. Puede ser paralizante, pero es mejor superarlo, porque es esencial que nuestros hijos reciban las respuestas a sus preguntas A través de nuestro ejemplo como padres, a través de nuestro diálogo respetuoso y cariñoso.

De lo contrario, su curiosidad será aún mayor: tendrán la impresión de que se les ocultan cosas y que si se les ocultan, es porque vale la pena esconderlas, que son muy misteriosas. Y se irán, en secreto, sintiendo que están cometiendo un gran error, para obtener sus propias informaciones desde fuentes de su entorno.

Este entorno es ante todo la escuela, con todo lo que se puede decir en el patio entre chicos sobre el sexo, sobre lo que es “sucio”. Sin embargo, lo que pueden decirse unos a otros sobre el tema, a través de fanfarronadas, críticas, fotos o vídeos pornográficos, no parece ser una fuente de información muy fiable o constructiva, aunque es difícil evitarlo (¡seamos realistas!).

Además, el contenido de los programas escolares sobre sexualidad es a veces muy cuestionable. La solución está precisamente en lo que más falta en todo lo que se acaba de mencionar, es decir, en el pudor. Y nuestro pudor paternal al hablar de estas cosas es, en última instancia, mucho más una solución que un problema.

Nuestro pudor, que nos lleva a la delicadeza, nos da la forma más segura de hacer sentir a los niños la belleza de la intimidad sexual. Nuestro pudor nos llevará a no dar demasiada información, es decir, no más de la que su edad puede soportar. Por ejemplo, hablar demasiado pronto sobre los desvíos sexuales no parece apropiado. Aunque no sea necesario excluir una pregunta inesperada sobre el tema.

Las explicaciones y los pequeños esquemas

Por otro lado, nuestro pudor nos lleva a acompañar el desarrollo normal del niño cuando llega a la pubertad, sin precipitar el movimiento con información indiscreta que mostraría más nuestra preocupación que su necesidad real. Por lo tanto, debemos partir de lo que le interesa, de lo que observa de sí mismo, de lo que experimenta: cabello, erecciones, masturbación. Es bueno indicarle que estas transformaciones forman parte de su crecimiento, que significan que se está volviendo capaz de ser padre, de tener un hijo. Es algo de lo que hay que estar orgulloso, aunque sea un poco impresionante.

Pueden acompañar algunas explicaciones, y por qué no con pequeños esquemas sobre la anatomía y el funcionamiento de los sexos masculino y femenino, sin pretender hacer de él un doctor en biología reproductiva.

Esta charla debe ser organizada sin ningún aviso, sin el conocimiento de los hermanos y hermanas (no es algo que les interesa). Debe llevarse a cabo a solas y no necesita durar demasiado tiempo, siempre y cuando el niño tenga la seguridad de que podrá volver y hacer preguntas cuando quiera, de que estamos disponibles.

La importancia de la primera charla padre-hijo

De esta manera, se establecerán las bases para el futuro. El niño recordará toda su vida esta charla en la que su padre lo tomó en serio. Le estará agradecido por haber abierto su horizonte a muy buenas perspectivas.

A menudo, esta primera charla se sigue de un largo silencio para algunos chicos, y de muchas preguntas para otros (más escaso). Si el niño sabe que se está volviendo capaz de ser padre, le será más fácil deducir cómo relacionarse con las chicas, y será una oportunidad para nuevos diálogos con él.

Del mismo modo, más tarde, por supuesto, vendrán las preguntas sobre la contracepción. El respeto por la vida podrá parecerle obvio.

Y un poco más tarde, cuando alcance cierta madurez, podremos incluso tener, como familia, discusiones francas sobre cómo se vive la sexualidad hoy en día, las aberraciones a las que se puede llegar y las luchas esperanzadoras que hay que librar en este asunto.

Lo más importante es tener primero una base simple y sólida. Y para hablar de la belleza de la futura intimidad conyugal, nada supera la intimidad actual de un padre con su hijo.

Doctor Dominique Megglé

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