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Escuchar quejas destruye el cerebro

Escuchar las quejas daña nuestra salud y destruye irrevocablemente nuestro cerebro. Los científicos de la Universidad de Stanford han llegado a esta conclusión tras estudiar el efecto de los glucocorticosteroides secretados por la corteza suprarrenal durante el estrés mental a corto plazo.

No hay ni una mínima duda de que la queja de alguien nos causa estrés. Basta con observar a qué estado puede llevarnos una persona que se queja en nuestra presencia. No tardamos mucho en empezarnos a preocupar, a deprimirnos o a tener miedo, porque incluso si esta persona habla del mal tiempo, de la política o del estado económico del país, rápidamente tenemos la sensación de que todo va mal y hay que hacer algo para defenderse de este mal.

Los científicos dicen que nuestro cerebro interpreta automáticamente la queja como una amenaza, por lo que en respuesta desencadena una serie de procesos fisiológicos que serían indispensables en una emergencia.

El eje hipotalámico-hipofisario-adrenal activado en estas situaciones provoca una explosión inmediata de cortisol. En circunstancias brillantemente predichas por la naturaleza, la tensión causada por el cortisol nos ayudaría a luchar contra el enemigo o huir, lo que a su vez conduciría a una reducción correspondiente de la tensión. Sin embargo, cuando el cerebro recibe señales sobre nuestra mala situación y no hacemos nada (después de todo, todavía estamos sentados escuchando la historia de la insatisfacción de alguien) nos encontramos en una situación terrible.

Nuestras neuronas mueren, lo que trae una serie de consecuencias dolorosas. La corteza prefrontal, que es responsable del control de las emociones y la toma de decisiones, y el hipocampo, conocido por recordar, aprender y por estar relacionado con la inteligencia, corren mucho riesgo. Por eso, a los estudiantes de filología se les repite que, si estresan demasiado a los alumnos, no les enseñarán nada en las lecciones de idiomas. Escuchar quejas puede ser igual de peligroso porque reduce significativamente el hipocampo, que es exactamente el área del cerebro que sufre en los pacientes con Alzheimer.

La queja es contagiosa

Dice el psicólogo Dr. Travis Bradberry, autor de uno de los libros más vendidos “Inteligencia emocional 2.0”, las neuronas nos pueden facilitar las quejas y llevarnos a una queja automática. Y es que, cuando hacemos algo, las neuronas se ramifican para mejorar el flujo de información la próxima vez que vuelva a realizarse ese comportamiento. Por lo tanto, el trabajo de las neuronas actúa como si fuéramos a construir un puente. No tiene sentido construirlo cada vez que cruzamos el río. Es mejor hacerlo una vez y bien hecho.

Eso pasa cuando nos quejamos o escuchamos quejas. Es mucho más fácil para nosotros hacerlo de nuevo. Asíla queja se convierte en algo automático. La queja se convierte así en la primera opción, en lo que haremos preferiblemente antes que pensar en positivo. Quejarse se convertirá en nuestro comportamiento predeterminado y estropeará nuestra química cerebral como un virus difícil de controlar.

La queja es tan contagiosa como un virus. De ello son responsables las llamadas “neuronas espejo” que son la base de nuestra capacidad de sentir empatía. Por eso, cuánto más empático seas, más te va a afectar el estado de ánimo de la otra persona. Escuchar quejas es como la salud del fumador pasivo: no es necesario fumar para sentir los graves efectos del contacto con el tabaco.

¿Las quejas malas y las quejas buenas?

Sin embargo, uno no debe, bajo la influencia de estos descubrimientos, encerrarse en la burbuja del egoísmo y aislarse de las personas que sufren.

Una cosa es escuchar el sufrimiento de una persona que realmente tiene un problema, o las correcciones que puedan hacerte una persona que cree que necesitas apoyo en un aspecto de tu vida, y otra cosa es escuchar cómo una persona describe el mundo en colores oscuros constantemente, cómo expresa sin parar su pesimismo vital.

Hablar de dificultades en busca de una solución tiene sentido. Y tranquilo, porque escuchar los problemas de un amigo no te privará de ninguna parte importante de tu hipocampo. Te lo garantizamos. De hecho es muy bueno para establecer relaciones y vínculos más sólidos con quienes compartimos nuestra vida.

Pero eso no quita para que intentemos hacer ver a quien se queja constantemente que esa visión pesimista es mala para su salud mental. Es conveniente evitar quejarse y también que te traten únicamente para contarte penas o para criticar continuamente tu comportamiento.

La inmunidad al virus de la queja

¿Cómo protegerse de una rueda de lamentos viciosa? El Dr. Travis Bradberry aconseja desarrollar una actitud de gratitud. El punto es encontrar para cada pensamiento negativo otro positivo, buscando el equilibrio.

Por ejemplo: “Hace calor, es una pesadilla, pero estoy feliz porque puedo adquirir un ventilador que no toda la gente en este mundo se lo puede permitir”.

Otro ejemplo: “Otra vez tengo callos en los dedos de los pies y me duelen mucho. Pero tengo piernas que usé hoy para llegar a varios lugares y hacer algunos recados importantes”.

Un último ejemplo: “Una vez más, tengo que sentarme para hacer la declaración de impuestos. Lo odio y no tengo ni idea de cómo hacerlo. Sin embargo, sería peor si no tuviera trabajo y tuviera que escribir un 0 en cada casilla”.

Está prohibido barrer los pensamientos negativos debajo de la alfombra. Si el miedo es fuerte y se repite, a veces vale la pena trabajar con el terapeuta, porque ignorar de manera irresponsable el sufrimiento mental puede provocar una depresión profunda. Además, los problemas serios simplemente deben resolverse y es importante pedir ayuda.

Sin embargo, si tu queja es un reflejo con el que barres superficialmente cada elemento trivial de la realidad, entonces el método de practicar la gratitud es para ti. Puedes usarlo para obtener felicidad sin buscarla y mejorar seriamente tu salud mental y física.

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