Permiso para sentir
Por Alejandra Hoyos
Después de una tarde en que mi hija me hizo un berrinche de cuarenta minutos, recién despertó, me cayó el veinte de que a veces sólo me toca acompañarla en ese momento y permitirle sentir esa emoción desbordada y displacentera. También me toca identificar qué me pasa a mí con su desborde emocional. Qué emoción aparece cuando mi hija está en el berrinche.
Esa tarde yo estaba también triste y frustrada por una situación personal. Al inicio del berrinche yo sentí miedo, frustración y enojo de no lograr que ella se calmara; y, al querer contenerla, lejos de ayudar creció el berrinche. Cuando por fin se calmó y la pude abrazar, a mí se me salieron las lágrimas y ella se quedó acurrucada en mí. Así estuvimos un rato, exhaustas y, sin embargo, en ese abrazo sanador.
Los niños pequeños pasan de una emoción a otra y la expresan de manera espontánea, lo que hace que no se queden atorados emocionalmente o llenos de rencor. Por eso, el mejor regalo que podemos hacer los adultos es permitirlos sentir cualquier emoción, ya sea placentera o displacentera. Eso los va a ayudar a saber que es normal sentir emociones displacenteras como tristeza, miedo y enojo.
De hecho, las emociones nos dan información y nos sirven para elaborar algo. No porque les digamos a los niños «no seas llorón» o «qué feo te ves cuando te enojas» significa que dejan de sentir esas emociones. Lo que sí sucede es que aprenden a que no está bien sentirlas y acabarán por reprimirlas o expresarlas de manera desbordada.
Sí les permitimos sentir, y nos permitimos a nosotros sentir, es más fácil que vayamos encontrando formas de regular de manera positiva las emociones. Para eso es importante empezar por percibir qué sentimos y reconocer esa emoción en nosotros y en nuestros hijos.
Por ejemplo, yo me he dado cuenta de que a veces no permito que mi hija se enoje; quizá porque no me gustan las confrontaciones y porque he reprimido esa emoción. Sin embargo, el enojo sirve para poner límites y defenderse, algo indispensable en la vida. La única forma en que mi hija lo aprenda es que sienta el enojo y que yo la acompañe y le demuestre que es normal sentir esa emoción.
Para eso tengo que empezar por darme permiso a mí de sentir enojo y revisar esas creencias que construí en mi infancia al pensar que era mejor reprimir el enojo por esa falsa creencia de que «las niñas bonitas no se enojan». Todas las emociones nos sirven para algo, y para llegar a expresarlas de manera asertiva hay que empezar por permitirnos sentirlas.
Por eso es que te invito a que reflexiones qué tanto te permites sentir las emociones displacenteras como el miedo, la tristeza y el enojo; y qué tanto se las permites sentir a tus hijos.
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