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“No valgo nada, doy asco”. ¿De donde vienen y cómo luchar contra los malos pensamientos?

“No valgo nada”, “Mi vida no tiene sentido”, “Doy asco”, “Mejor morir que vivir así”, “Soy inútil”, “Todo está mal”, “Nada va a cambiar”…

A todos, quien más y quien menos, nos han tocado en algunos momentos vernos invadidos en el corazón y en la mente por palabras malas sobre nosotros mismos y sobre los demás, por pensamientos negros que, como potentes imanes, atraen miles más, uno tras otro, en un torbellino alocado que quita energías, debilita el ánimo y – lo más inquietante – nos hace estar concentrados solo en nosotros mismos. El mundo no existe, las personas alrededor pierden importancia, existo solo yo y mi malestar, yo y lo que no funciona, yo y mi ansiedad, yo y mi infelicidad.

En el quinto capítulo del libro Sto benissimo soffro molto, de Maurizio Botta (Edizioni studio domenicano) se habla del “sentido de culpa que mata. Cuando el miedo y la ansiedad te roban la alegría”, y en él, el autore explica muy bien este incesante vórtice mental de palabras, frases, pensamientos e imágenes negativas:

(…) ¿Sabes cuál es el término para indicar estas cosas malas? (…) diálogo malvado. Tienes dentro un “diálogo malvado” que te sale de dentro… Y no estoy haciendo un discurso ideológico, basta con ser honrado con uno mismo: ¿quién de nosotros no ha tenido este diálogo continuo interior, lleno de voces, impresiones, flashes, miedos? La verdadera pregunta es: ¿de dónde vienen?

Ir al psicólogo ayuda, ¡pero no es suficiente!

El autor subraya su estima hacia la psicología y las ciencias humanas, porque son necesarias in primis para comprender los mecanismos de la mente, sobre todo para quien lo necesita por motivos importantes, especialmente cuando este diálogo malvado se convierte en una verdadera enfermedad.

Pero hay un problema, en su opinión, cuando se cree que las ciencias humanas son la explicación y la solución para todo, porque no es así. Ir al psicólogo, conocer que hay dinámicas mentales específicas, que uno tiene en la cabeza “modelos de perfección inalcanzables, irracionales, y que sufres por esto” ayuda, hace bien, pero no quita el miedo”, afirma el autor: “Ciertamente traerá beneficios, pero ¿servirá para hacer callar a los “diálogos negativos”? Yo no lo creo”.

¿Cómo distinguir cuándo es Dios el que habla en nosotros?

Para los creyentes, se trata de un punto importante: si Dios existe y nos habla, ¿cómo comprender cuándo es Él el que habla dentro de nosotros? Cuando nos viene una palabra, una frase, un pensamiento, ¿cómo comprendemos si viene de Él o no?

Él habla de sí mismo como de alguien que está en la plenitud de la alegría divina y nos la quiere transmitir. Esto nos da a entender cuando esa voz interior viene de Él: la voz de Dios da paz y alegría. Es una voz estéticamente bella. El Señor es un señor, es noble al hablar. Cuando Él habla es paz y alegría, porque es el Señor de la paz, no un trombón. Esto significa que el 99% de las voces que sentimos dentro no son de Dios, porque cuando Él nos habla, no tenemos dudas. (…) Las otras voces, o son humanas, o vienen de más abajo aún, porque así lo dice el Evangelio.

¿Qué hacer para acallar esas voces malas que acechan nuestros pensamientos?

1) Debemos ser conscientes de algo de lo que ya no se habla: la batalla espiritual es una batalla, afirma Maurizio Botta.

(…) La vida de los creyentes es una batalla, no contra los enemigos de fuera, sino contra las “bestias” de dentro. (…) ¿Por qué te sorprende que tu fe sea tentada, si cuando rezas el Padre nuestro dices “no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del maligno”? ¿Por qué el texto habla de “maligno”, no del mal genérico o neutro, sino “el maligno”, con artículo determinante?

2) Cuando tenemos estos malos pensamientos es importante decir la verdad al Señor, sin esconder nada, y dar esas cosas malas en limosna:

(…) Para liberarme de los malos pensamientos, de los celos, el primer paso, para mí, fue decirme a mí mismo y al Señor la verdad. “Te cuento, Señor, toda mi miseria. Soy celoso, posesivo, injusto, mentiroso…”. No te escondas ni te autojustifiques ante Dios, preséntate como eres, da en limosna tus intenciones negativas y tus malos pensamientos.

3) Otro aspecto fundamental es no escucharlos demasiado:

Otro consejo fruto de mi experiencia es el de no hacerles mucho caso. Cuando está claro que no es Dios el que te está hablando, déjale charlar, no le hagas caso. Como cuando el psicólogo dice: “¡Mira eso!”. Eso es, estáte quieto, tranquilo, sentado, y di: “Venid si queréis”. Te agitas, sufres, te cansas, pero luego te das cuenta de que no te mueres. ¡Palabra de honor!

4) El arma más poderosa: ¡el rosario!

(…) Y en el bolsillo, siempre el rosario! (…) ¡Si hay batalla, hay batalla!

5) Finalmente, pero siempre lo primero, la oración incesante:

(…) “Jesús, ten piedad de mí, pecador”, como en el libro El Peregrino Ruso. No sé si lo conoces. El protagonista es un peregrino que atraviesa Ucrania y Rusia llevando solo pan seco y la Biblia. Tras participar en la Misa, muy tocado por la exhortación de san Pablo de rezar sin descanso (1 Tes 5,17), se pone a buscar a alguien que le enseñe a tener la mente continuamente dirigida a Dios en oración. Encuentra a un monje santo que le enseña la oración del corazón, que consiste en la repetición incesante, según el ritmo de la respiración, de la fórmula “Jesús, ten piedad de mí, pecador”, una frase tomada del evangelio (Lucas 18,13). (…) Confieso que las primeras mil veces, ese “soy un pecador” me dejaba un poco perplejo… pero cuanto más avanzaba, más bien me producía…

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