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Conchita Cabrera: mexicana de pura cepa

EL NIÑO JESÚS VENÍA A JUGAR

Conchita era de salud endeble desde que nació; pero desde que era niña experimentó gracias sobrenaturales: a veces el Niño Jesús venía a su habitación a jugar con ella.

Pero a veces el diablo también se le aparecía, ya fuera bajo la apariencia de un viejo horripilante, o bien de un animal desconocido y aterrador.

PENITENCIAS

Desde pequeña vislumbraba el valor de la penitencia, y hacía lo posible por practicarla; por ejemplo, picándose los dedos con alfileres «por recordar la Pasión».

«Yo era dichosa inventando penitencias y maneras de mortificarme; sentía ya desde entonces un desprecio propio muy crecido y vehemente hambre de padecer».

De adolescente, cuando su familia la llevaba a bailes y teatros, ella llevaba debajo de sus vestidos de seda «un fuerte cilicio en la cintura, gozándome en su dolor por mi Jesús».

Ya casada continuó sus penitencias, pero antes de que su esposo llegara del trabajo a casa Conchita se quitaba los silicios «porque una vez me tocó uno y se enojó».

MÚSICA Y CABALLOS

Los padres de Conchita Cabrera Arias eran adinerados, y criaron a sus hijos en una hacienda de su propiedad. Pero mientras que ella recibió escasa educación escolar — aprendió a leer con una viejita, estudió dos meses más con otra señora, y luego, ya adolescente, medio año en el colegio de las Hermanas de la Caridad—, en cambio su madre sí le puso maestros para que aprendiera música, que era lo que en esa época le gustaba más. «Muchas horas de mi vida las perdí en el piano y en el canto». Su mamá le enseñó a llevar el gasto de la casa, función que asumió a los 12 años.

Por su parte, el papá de Conchita la enseñó a montar a caballo cuando tenía 6 años. «Así les perdí yo el miedo a los caballos, llegando a tener hasta vanidad de montar los muy briosos y que a otros tiraban». «Crecí entre puros varones», escribió, pues su hermana Emilia, diez años mayor, se casó a los 16.

EL MONOGRAMA IHS

Era una mujer casada cuando, por inspiración divina, se grabó en el pecho, a la altura del corazón, con ayuda de un cuchillo y un hierro candente, el mongrama IHS, que significa Iesus Hominum Salvator («Jesús, Salvador de los hombres» en latín)

Su confesor se había opuesto en un principio, pero finalmente accedió.

EN LA CRISTIADA LA VIRGEN HABLÓ

Era el año 1926, tiempo de la persecución religiosa que dio origen al movimiento de la Cristiada. Conchita asiste a unos ejercicios espiritules el mes de julio, y la Santísima Virgen María le habla de lo que la nación mexicana estaba padeciendo.

La Madre de Dios le dijo: «Jesús quiere eliminar toda la suciedad y aumentar las virtudes en el corazón de los suyos. Vendrán días peores, pero (…) Dios no permite nada que no sea para su gloria; y si bien los hombres no lo entienden, Él es glorificado en todo».

«Estas persecuciones limpian y depuran. México tiene mucho que expiar, también en su Iglesia; pero la religión y la fe triunfarán».

TEMA DE LA SEMANA: CONCHITA CABRERA: “¡DIOS MÍO, TU MÉXICO!”

Publicado en la edición impresa de El Observador del 28 de abril de 2019 No.1242

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