Ser payaso es mucho más que hacer reír
“Hace tres años me encontraba en un hospital oncológico en Marruecos. Acababa de salir de una habitación llena de adolescentes donde estábamos jugando con gran energía, alocadamente.
Cuando dejé la habitación sabía que tenía que desprenderme de esa energía porque no sabía qué me iba a tocar en la siguiente habitación… Abrí la siguiente puerta y me encontré con cuatro mujeres con burkas, con sólo sus ojos al descubierto, una de ellas Amina estaba en el fin de su vida.
Cuando me vieron entrar, vieron a un americano vestido con ropas color arco iris, era un extraterrestre para su mundo, no teníamos nada en común, ni la lengua, ni la cultura, con experiencias de vida muy distintas.
¿Cómo nos vamos a comunicar? ¿Qué hago aquí? Sin embargo había un aire en la habitación que me decía que tenía que estar ahí…
Vi una silla vacía a su lado e hice el gesto de “¿puedo?”. Ella asintió. Nos miramos a los ojos sin saber qué hacer. Tome mi pollo de goma y dejé que hablara por mí: “pooo,popo, popo”. Vi cómo sus ojos se iluminaban y ella me respondió con su mejor voz de pollo.”
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