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Mayo es el mes del… asma (también)

Mayo es el mes de María y de las flores, pero también el mes del asma, una enfermedad que según la Organización Mundial de la Salud afecta a más de 235 millones personas en el mundo. Evidentemente es una casualidad, pero no deja de ser curioso que Bernadette Soubirous, la niña a la que se le apareció María en Lourdes, uno de los lugares de peregrinación y de gracia mariana más importantes del mundo, sufriera asma.

Hace años era normal compartir aula con chicos o niños que tenían limitada su actividad -especialmente deportiva- por el asma, pero en la actualidad los avances médicos han facilitado que las personas que lo padecen puedan tener una vida prácticamente normalizada.

El asma no ha impedido cantar a Liza Minelli o a Demi Lobato, ni actuar a Diane Keaton, ni dirigir películas a Martin Scorsese, ni escribir a Charles Dickens o componer a Ludwig van Beethoven.

Pocos conocen que el varias veces campeón olímpico y uno de los mejores nadadores de todos los tiempos, Mark Spitz, sufría asma, al igual que dos de los mejores nadadores españoles David Meca y Mireia Belmonte. Al piloto de motos Fonsi Nieto su enfermedad no le impide competir en una especialidad llena de humo.

Los Juegos Olímpicos de Londres 2012 fueron inaugurados por dos deportistas asmáticos: el futbolista David Beckham y el ciclista ganador del Tour de Francia, Bradley Wiggins. En esos Juegos se comentó, precisamente, que una cuarta parte del equipo olímpico británico tenía asma.

El asma es una enfermedad que provoca que las vías respiratorias se hinchen y se estrechen provocando dificultad al respirar, opresión en el pecho, silbidos y tos y en las crisis más graves una gran sensación de angustia.

El asma y la alergia no son lo mismo, pero sí que existen sustancias llamadas alergénicas que pueden desencadenar una crisis de asma, como el pelaje de los animales, los ácaros del polvo, algunos medicamentos, el cambio de clima, productos químicos del aire, el ejercicio, el moho, el polen, el tabaco o un simple resfriado.

Para intentar comprender la sensación de angustia de una persona con asma, se puede hacer una simple prueba. Para empezar, respire con normalidad, larga y profundamente. Llene despacito sus pulmones de aire y luego déjelo ir también poco a poco. Ahora haga un ejercicio intenso durante unos minutos (correr, saltar, subir escaleras etc.). Cuando esté cansado y le falte aire, ponga una pajita en la boca e intente respirar solamente a través de ella. Si quiere, también puede estrecharla en la parte central. Ésta es la angustia de falta de aire y no poder conseguirlo que siente una persona en plena crisis asmática.

El asma no se cura, pero a veces los síntomas pueden disminuir con el tiempo y en los últimos quince años ha habido grandes avances en su tratamiento, tanto con fármacos destinados a su mantenimiento y control como aquellos que se usan para aliviar y superar las crisis importantes.

Se calcula que un 5% de la población adulta y el 10% de los niños padecen asma. Ver cómo la vida de estas personas ha cambiado tanto gracias a los avances médicos, cómo la sociedad ha ido aceptándolos sin ponerles limitaciones a la hora de desarrollarse como personas y cómo se ha ido normalizando la visión de un niño con un inhalador en la boca sin que sienta ningún estigma, es una de las grandes alegrías de la medicina y de la sociedad.

Aunque hay aún una terrible tarea pendiente: la gran mayoría de las muertes por causa del asma que aún se producen en el mundo, tienen lugar en los países en vías de desarrollo, donde el acceso a los medicamentos y a un control adecuado de la enfermedad es muy difícil.

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