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La Virgen “toda bella”

La devoción a la Inmaculada Concepción de María estaba viva en Roma mucho tiempo antes del 1854, año en que Pío IX proclamó el dogma. Testigo de ello es el magnífico fresco de la Plaza de la Rotonda (a la que se asoma también el Pantheon). Es una “virgencita” del siglo XVIII, una de las más grandes. El conjunto del fresco y el marco ocupa el espacio de dos pisos del edificio en que fue colocada. Estudios iconográficos y la existencia de una incisión en la imagen, por Vasi, con fecha del 1775, indican que el fresco fue creado hacia mitad del siglo XVIII.

La obra es, de hecho, una “Inmaculada”, pintada según la iconografía tradicional: el manto azul, las manos cruzadas en el pecho y, bajo sus pies, la tierra, la luna creciente y la serpiente.

El marco del siglo XVIII en piedra es muy elegante y está adornado en la parte superior por una paloma divina entre sarmientos y espirales. En la base del fresco hay una inscripción extraída del Cantar de los Cantares, introducida dentro de una cartela adornada con lirios: Tota pulchra es, amica mea, et macula non est in te”, ovvero “Sei tutta bella, amica mia, e nessuna macchia è in te.

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