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Hermano Francisco, queremos compartir el dolor por la destrucción de nuestra Madre Tierra

This image released by the Vatican shows Pope Francis celebrates a mass with representatives of the indigenous communities of Chiapas state in San Cristobal de Las Casas on February 15, 2016. Thousands of indigenous Mexicans flocked on Monday to a field in the impoverished southern state of Chiapas to attend Pope Francis' mass in three native languages. / AFP / OSSERVATORE ROMANO / STRINGER

Un urgente llamado ha sido enviado al Papa Francisco, a través del Nuncio en México, Franco Coppola, por parte de 25 comunidades indígenas nahuas y totonacas que viven en el intrincado territorio de la sierra norte del Estado de Puebla, en el centro del país.

Los indígenas, en una misiva enviada al Papa Francisco, pidieron una audiencia con él y su oración para poder enfrentar las agresiones que representan proyectos industriales y de extracción de recursos naturales para sus pueblos. Lo hacen convencidos de que, a través de la encíclica Laudato Si’ podrán, junto con el Papa, defender la “Casa Común”.

Los indígenas agrupados en la Organización Totonaca-Nahua en Defensa del Territorio y sus Pueblos pidieron al Pontífice su oración, su palabra y su solidaridad, para fortalecer la lucha que han decidido dar como pueblos en defensa de su vida, su identidad y su cultura ante la embestida de empresas poderosas que quieren establecer hidroeléctricas, minas, petróleo, gas y saquear los bienes naturales de sus territorios.

“Necesitamos tu oración y tu palabra para seguir caminando con amor y esperanza, para que el corazón de estos empresarios y gente del gobierno que no nos respetan y que no aman a la Madre Tierra puedan abrirse al amor a los demás y comprendan que somos hermanos y que no se puede dañar a la Madre Tierra sin dañar a toda la humanidad”, indican en la carta que tiene en su poder el nuncio Coppola..

Los habitantes de la cuenca del Río Ajajalpan señalaron que además de manifestar su rechazo a los denominados proyectos de muerte, han caminado los senderos que “las leyes nos dan para defender nuestro territorio, pero parece que las leyes están hechas para su favor, de los empresarios y no de los pueblos indígenas”.

“Hermano Francisco –le dicen al Papa–, queremos compartir nuestra tristeza y dolor por la destrucción que de nuestra Madre Tierra están haciendo empresarios que pensamos no conocen nuestra historia, nuestra cultura, que no saben cómo escuchar a la Madre Naturaleza que cada día nos habla, nos cuida, nos da vida, tal vez porque nadie les enseñó como a nosotros, que todos somos hermanos y todos somos hijos y guardianes de la Tierra, que la tierra no nos pertenece, nosotros pertenecemos a la Tierra”.

Los indígenas han decidido continuar con el “desafío urgente de proteger nuestra casa común” y por eso piden una audiencia para “colaborar como instrumento de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades por que el desafío ambiental que vivimos, y sus raíces humanas, nos interesan y nos impactan a todos”, como lo establece el texto papal.

“Dicen los empresarios, junto con gentes del gobierno que sus proyectos de minería, petróleo, gas, hidroeléctricas, nos traen progreso y desarrollo. Y nosotros miramos diferente, miramos que lastiman la tierra, secan los ríos, se adueñan de manantiales y nos dejan sin agua; hacen acuerdos con unos cuantos sin respetar a los más humildes, a nuestros ancianos; distinguen a los que más tienen de los que tenemos poco y compran conciencias aprovechando que hay hermanos con mucha necesidad y que por algunos pesos entregan su parcela, les entregan una firma, traicionan al pueblo”, subrayan, dolorosamente, en su carta.

Y terminan diciendo: “Y pues ellos, los empresarios ricos y también algunas gentes del gobierno dicen que somos ignorantes porque no tenemos mucho estudio, porque seguimos hablando nuestra lengua, o haciendo nuestros rituales cuando sembramos, cuando falta la lluvia, cuando viene la enfermedad. Se desesperan cuando tomamos tiempo para hablar y decidir en asambleas, cuando tomamos tiempo para orar y pedir a nuestro Padre Dios que nos guié para que las asambleas vayan bien, para que los acuerdos sean los mejores para nuestros pueblos”.

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