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Breve disertación sobre estrategias misioneras en la actualidad

Breve disertación sobre estrategias misioneras en la actualidad

ENTRE PARÉNTESIS | Por J. Ismael BÁRCENAS |

Soy sacerdote católico, jesuita.No uso alzacuellos, ni ando vestido de riguroso negro. Si viviera en Roma quizá lo haría, pero vivo en México y visto de civil. Por diferentes causas así vestimos los jesuitas mexicanos –en su mayoría-. Así nos acostumbramos. Respeto a quienes traen diferentes tipos de hábitos, en la vida religiosa. Ahora bien, en lo personal, al no traer alzacuello hace que, por ejemplo, en el metro, por mi indumentaria bien podría pasar por profesor, médico -sin bata- o bombero –sin uniforme-. Esto me trajo una anécdota que en seguida comento.

Hace poco, en una ciudad de mi país, fui a cortarme el cabello. Me senté. Me quité las gafas. La señora de la estética vino y me preguntó que cómo quería el corte. Pedí un corte sencillo, así como lo traía, nomás que en chico. Comenzó el corte y, también, la predicación. La peluquera comenzó a hablar del clima y de cómo Dios nuestro Señor permitía tal o cual aspecto. Hábil y veloz con las manos, y con el sermón. Con destreza hilvanaba frases que remataba con alguna jaculatoria o haciendo referencia a un Salmo o cita bíblica. Era paradójico que aunque el corte de cabello estaba siendo realmente rápido, por otra parte me estaba pareciendo eterno. Afortunadamente terminó y salí corriendo de aquel lugar. Por cierto, en ese monólogo, nunca me preguntaron a qué me dedicaba.

No sé si la señora de la estética es católica o no, o si proviene de alguna iglesia pentecostal, el punto es que este evento me ha suscitado una reflexión sobre lo que significa ser misionero en estos tiempos.

Cada diciembre o semana santa, acompaño a grupos de jóvenes universitarios a ir de misiones. Nuestra intención no es ir a imponer rezos o costumbres, sino ir, estar y compartir la vida. Junto con los animadores o catequistas, nos ponemos de acuerdo en qué podemos ayudar y apoyar. Procuramos ir a zonas rurales, a comunidades campesinas e indígenas. Ciertamente, estas actividades misioneras duran pocas semanas al año. Luego los jóvenes regresan a sus actividades universitarias. Ahora bien, regresando a nuestra amiga de la estética, me pregunto qué significa ser misionero en estos tiempos, no sólo en semana santa. Comparto algunos cuestionamientos: ¿Qué significa asumir una actitud misionera dentro de la iglesia católica en el mundo actual? ¿Qué significa hoy compartir la fe y difundir el Evangelio? ¿Acaso se trata de andar con cierta indumentaria o al hablar echar mano de un vocabulario religioso y terminar cada frase con alguna alabanza?

Creo que, en nuestros tiempos, hay hambre de experimentar lo sagrado. En lo personal, en la iglesia católica encuentro el camino que me acerca al Dios de Jesús. He aprendido a respetar y apreciar otras creencias diferentes a las mías. Valoro que una persona se convierta en un buen ser humano gracias a la fe que practica. Agradezco que no se me haga proselitismo religioso y procuro, de mi parte, no hacerlo. Creo en el testimonio que se da en el silencio. Creo que, desde la iglesia católica, la nueva Evangelización significa ser buena noticia para los demás, especialmente a través de la forma en que vivimos y nos relacionamos con el otro, con el diferente, con el vulnerable y marginado. Es aquí donde encuentro pautas por dónde caminar en una actitud misionera en la actualidad y en un mundo secularizado.

Para ser buena noticia, antes, hay que vivir cierta mística. Si Karl Rahner decía que “en el siglo XXI los cristianos serán místicos o no lo serán”, creo que lo decía en el sentido de que la fe es la que nos permite dar razón de nuestras esperanzas y nos ayudan a poblar nuestra mente de buenas y bellas ideas, así como de permitir dejarnos habitar, en el corazón, por la compasión. Creo que es por esta línea por dónde va el Papa Francisco cuando nos invita a ser revolucionarios de la ternura. Más que sabernos de memoria la cita bíblica de la parábola del buen samaritano, la invitación es que seamos como el buen samaritano.

En fin, estas son algunas reflexiones fruto de aquella ida a cortarme el cabello. Por cierto, confieso una tentación: La próxima vez que vaya a la estética, cuando me pregunten que cómo quiero el corte, creo que diré: “En silencio, por favor”.

@elmayo

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