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Pedir disculpas sin exigir perdón: ¿cómo conseguirlo?

Todos nos equivocamos e, incluso sin querer, terminamos en algún momento hiriendo a otras personas. Pedir disculpas es un acto de humildad, pues demuestra que la persona asume su error y lo siente mucho. Pedir perdón siempre es ennoblecedor y denota carácter, sentimiento de justicia y buena voluntad.

El orgullo es un gran obstáculo en el camino de la armonización, un grave obstáculo para las relaciones saludables. Algunas personas guardan rencores intensos que provocan gran dolor, pero no son capaces de exteriorizarlos y prefieren alejarse. Otros optan por hacer de cuenta que no pasó nada, actuando con normalidad frente a la persona que ofendió, sin respetar los sentimientos de la misma. En fin, la dificultad de asumir un error es un elemento destructor de las relaciones y, en consecuencia, siempre provoca dolor.

Para que un pedido de disculpas tenga el resultado esperado es necesario primero que sea una manifestación auténtica, es decir, que represente los más puros sentimientos. Después es necesario que no se espere nada a cambio, ni siquiera ser disculpado. Es importante tener en mente que pedir disculpas es un acto de quien falló, disculpar es una opción del otro que debe ser respetada.

La manera de expresarse también es esencial, mejor hablar poco, alargar la conversación puede hacer que se pierda el objetivo. Y mucho cuidado para no inventar justificaciones o intentar distorsionar las cosas del tipo: “Yo me equivoqué, pero tú tampoco actuaste bien conmigo”. Al final ¿eso es pedir disculpas o cobrarlas?

Un estudio realizado en la Universidad de Ohio, en Estados Unidos, señala como acciones fundamentales para que el pedido de disculpas tenga la mejor posibilidad de surtir efecto: admitir el error, ofrecerse para reparar el problema, expresar arrepentimiento sincero y, siempre que sea posible, pedir disculpas cara a cara.

Es decir, para un pedido genuino de disculpas es primordial que la persona tenga conciencia de que se equivocó, desee sinceramente reparar su error y manifieste sentimientos de arrepentimiento hacia la persona ofendida o, de alguna forma, perjudicada.

Los beneficios de ese comportamiento van desde la salud mental hasta física, tanto para quien pide perdón, como para quien perdona. Pedir perdón nos libra de la culpa y perdonar nos libra del dolor, ambas emociones tienen un gran poder destructivo. Esto ya ha sido tan ampliamente comprobado que, hace mucho tiempo, el perdón dejó de ser sólo un tema religioso y pasó a ser terapéutico.

¡Vale la pena pedir y ofrecer el perdón!

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