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¿Es “válida” para un católico la Eucaristía en una iglesia ortodoxa?

Después del encuentro fraterno, el pasado noviembre, entre el Obispo de Roma y el Patriarca de Constantinopla es legítimo preguntarse: ¿la misa celebrada en una iglesia católica tiene el mismo significado que una celebrada en una iglesia ortodoxa? No digo “validez” porque el valor de una misa es siempre inconmensurable. Personalmente respondería que sí porque se me ha sugerido que donde no hay una iglesia católica se debe ir a una ortodoxa. La diferencia hoy está sólo en que los ritos para los ortodoxos son mucho más complejos y largos. He oído a una muchacha rumana maravillarse del breve tiempo y sencillez de nuestra celebración.

La carta plantea una pregunta sobre el valor de la celebración eucarística en las iglesias ortodoxas. En primer lugar, retomo la afirmación del lector, mostrando cómo refleja la visión católica.

El Concilio se expresa así sobre la tradición litúrgica de las iglesias hermanas de Oriente: “Todos conocen con cuánto amor los cristianos orientales celebran el culto litúrgico, sobre todo la celebración eucarística, fuente de la vida de la Iglesia y prenda de la gloria futura…

Consiguientemente, por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios, y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas.
 
Puesto que estas Iglesias, aunque separadas, tienen verdaderos sacramentos y, sobre todo por su sucesión apostólica, el sacerdocio y la Eucaristía, por los que se unen a nosotros con vínculos estrechísimos, no solamente es posible, sino que se aconseja, alguna comunicación con ellos en las funciones sagradas en circunstancias oportunas y aprobándolo la autoridad eclesiástica” (Concilio Ecuménico Vaticano II, Decreto sobre el ecumenismo Unitatis redintegratio, n.15).
 
No se cuestiona, por lo tanto, el valor de la celebración eucarística en las iglesias orientales que no están en comunión con la sede romana. Se trata, en cambio, de centrarse en la diversidad de los modos de manifestar el misterio, según las antiguas tradiciones litúrgicas.
 
El oriente cristiano ha desarrollado liturgias propias, que en formas particulares acentúan aspectos específicos del misterio eucarístico.
 
Ciertamente las liturgias orientales, no sólo ortodoxas, tienen ritos más complejos que la sencillez latina. Pero a este respecto prefiero detenerme brevemente sobre algunos aspectos de la teología eucarística que resultan más propios de la tradición oriental, que queda fuertemente anclada a la teología de los Padres de la Iglesia y a su lectura de la Escritura.

En primer lugar la Eucaristía no es uno de los sacramentos o “misterios” (término típico de la teología oriental) que se celebran en la Iglesia; la Eucaristía es el sacramento/misterio de la Iglesia: la constituye en cuanto “misterio de misterios” o, como dijo Ireneo de Lyon la “copa de los misterios”.

La Eucaristía constituye a la Iglesia como comunión que invoca la presencia de su Señor a la espera del cumplimiento definitivo.

En el rito bizantino según la liturgia de san Juan Crisóstomo, después de la comunión de los fieles, el sacerdote reza con estas palabras: “Oh, nuestra santísima Pascua, Cristo, Sabiduría, Verbo y Poder de Dios, haz que podamos participar en Ti de manera más perfecta, a la luz inagotable de tu Reino por venir”.

Esta tensión hacia el cumplimiento definitivo del cosmos entero anima toda la liturgia, a través de la cual la asamblea se vuelve partícipe de la liturgia del cielo. La invocación que encontramos al final del Apocalipsis (Maranà tha) expresa muy bien esa tensión. La Eucaristía es la anticipación, la presencia velada de la 

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