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Dejarnos esculpir por Dios

Por P. Fernando Pascual

El abandono en las manos de Dios es una de las enseñanzas más ricas en la vida espiritual. Tiene una profunda raíz evangélica (el famoso final de Mt 6) y recoge uno de los aspectos más ricos de la confianza en Dios.

Se atribuye al jesuita francés Jean-Pierre de Caussade (1675-1751) una obra, “El abandono en la divina providencia”, quizá no compuesta por él, sino por alguien cercano a él. En esa obra se expone el camino del abandono, del dejarse dirigir por un Dios que conoce y guía a cada hijo hacia su bien propio.

El camino consiste, fundamentalmente, en el amor y en la obediencia. Entre las imágenes que se usan en la obra antes citada, hay una que es clásica en la vida espiritual y en otros ámbitos: la de la piedra que se deja labrar.

De un modo bello, sencillo, este libro imagina cómo la piedra sufre los golpes del cincel, mientras el artista (que representa a Dios) va plasmando una maravillosa estatua.

Si la piedra pudiera hablar, respondería a quien le preguntase qué le está pasando algo parecido a lo siguiente: “no me lo preguntes a mí, pues lo único que yo sé y hago es aguantar firme bajo la mano de mi artista, amarle y sufrir su acción para la obra a que me ha destinado” (“El abandono en la divina providencia”, capítulo VIII, que recogemos en los textos citados entre comillas).

Esa piedra imaginaria no sabe cuál vaya a ser el resultado final, hacia dónde se está transformando. “Yo no tengo ni idea de lo que él hace y de cómo me voy transformando bajo su operación. Lo único que yo sé es que lo que él hace es lo mejor y lo más perfecto, y por eso recibo cada golpe de cincel como lo más excelente para mí”.

La piedra sufriría, recibiría cada golpe “como una ruina, una destrucción, una desfiguración. Pero dejo a un lado este sentimiento y, contenta del momento presente, no pienso sino en lo que es mi deber, y recibo la operación de este hábil artista sin entenderla y sin cavilar sobre ella”.

También nosotros, hijos amados por un Padre bueno, estamos en un proceso continuo de transformaciones. El artista divino sabe lo que es mejor para cada uno, como enseña continuamente “El abandono en la divina providencia”.

Lo único que se nos pide es que nos dejemos esculpir por Dios, en el momento presente, en cada una de las etapas de la vida. El resultado completo (el libro citado lo compara con una estatua, con un tejido y con un cuadro) lo conoce el Señor y lo contemplaremos al final, con sorpresa y con alegría, porque será, sin duda, algo maravilloso.

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