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Los enfados matan el amor de la pareja

Todo el mundo, incluso la persona más abierta, se ve tentado, en un momento u otro, a enfurruñarse. Estar de mal humor es una agresión pasiva y deliberada. Es un pecado grave contra la comunicación y el amor.

Hacerse las preguntas correctas

En primer lugar, es importante ser consciente de su estado de ánimo. A veces es obvio, a veces lo justificamos y lo ocultamos: “Estoy cansado”; “Tengo demasiado trabajo”; “No tengo tiempo para hablar de este tema”… No se trata de juzgar este encierro ya que, para muchas personas, especialmente para los novios, se trata en la mayoría de los casos de una protección espontánea: no abrirse para evitar el sufrimiento. Se trata pues de percibir el encierro y de poner en marcha, lo antes posible, los medios para abandonarlo. Por esta razón, conviene hacer una primera pregunta al que está enfurruñado: “¿Qué puedes hacer para reabrirte, para restablecer la comunicación?” Las respuestas son diversas. Los enamorados están a menudo indefensos ante esos cierres: los sufren y se sienten culpables especialmente porque aman a su pareja. La experiencia demuestra que una triple actitud interior puede ser muy útil.

Ante todo, ponerse ante Dios, lo cual tiene el mérito de salir de uno mismo y de silenciar el proceso de acusación (¡pues si la persona enfurruñada es silenciosa por fuera, es habladora por dentro!). Luego, abrirse al otro. Requiere que recordemos que estamos destinados a amar y no a protegernos. También requiere humildad. Finalmente, la reapertura requiere que renunciemos a nuestra ira y a nuestros razonamientos.

Busque primero comprender y después ser comprendido

El enfurruñado es el rey de la interpretación. Para él, restaurar la confianza es más importante que tratar de arreglar todo de inmediato. Esto no significa que se deban olvidar las tensiones, sino que es más urgente restablecer la comunicación y luego encontrar el momento adecuado y el tiempo para entenderlo. Puede ser útil para la persona enfurruñada aplicar el quinto hábito mencionado por el escritor estadounidense Stephen Covey en su libro “Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Efectiva”: “Busque primero comprender y después ser comprendido”. Es decir, comprender sin juzgar cómo la otra persona ha vivido la situación.

La segunda pregunta está directamente relacionada con la comunicación: “Cuando te enfurruñas, ¿qué puede hacer la otra persona para ayudarte a salir de tu encierro?”. Las respuestas más comunes fueron: “Que lo tome con humor y apacigüe las situaciones que tiendo a dramatizar”, “Que me deje en paz y vuelva a verme una hora después”, “Que me tome entre sus brazos, de lo contrario me destruiré por la falta de autoestima y por la culpabilidad”, “Rezar juntos”, o “Ponerme en manos de Dios”.

Consejos para el que es ignorado

No tenemos en nosotros las claves para ayudar al otro. Debemos ponernos humildemente a su disposición. Como dijo una vez el escritor francés Tim Guénard: “Hay que escuchar constantemente el clima del corazón del otro, atreviéndose a preguntarle por sus instrucciones: “Si te quiero de forma inadecuada, si te molesto, dímelo, para que pueda cambiar; si te vale mi forma de quererte, dímelo también, para que pueda continuar.” No dude en decirle “Te quiero” en voz alta.

Para tomar distancia de la crisis y del enfado es importante pedirle a la otra persona instrucciones para lograr la reapertura.

Padre Pascal Ide

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