¿Por qué habló Trump de migrantes de “países de mierda”?
La célebre la proposición 5.6 del Tractatus Logico-Philosophicus, del filósofo vienés Ludwing Wittgenstein afirma que “Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo” (“Die Grenzen meiner Sprache bedeuten die Grenzen meiner Welt”).
El pasado jueves, el presidente de Estados Unidos, Donald J. Trump de nuevo causó furor en todo los medios del planeta al salir a la luz pública que, durante una discusión sobre una propuesta legislativa para que los “Dreamers” puedan quedarse en ese país tras la revocación de DACA, cuando dicen que dijo que no tienen por qué querer (los estadounidenses) que lleguen migrantes de “países de mierda” como Haití o naciones africanas y, en cambio, debería buscarse que llegaran más inmigrantes noruegos.
Ya se ve que los límites del lenguaje trumpiano son análogos a su concepción del mundo.
La propuesta legislativa de los Demócratas (y de alguno que otro Republicano) buscaba que el programa de lotería de 50,000 visas que anualmente otorga (por sorteo) Estados Unidos, se reorientara para ayudar a quienes perdieron recientemente el Estatus de Protección Temporal, o TPS (por su sigla en inglés).
Primero fueron los nicaragüenses, después los haitianos (quienes son los más vulnerables de todos los que estaban protegidos por el TPS) y esta semana los más numerosos, los salvadoreños (casi 200,00 refugiados), quienes quedaron fuera de esta acción y tendrán que volver a sus países con todo y familia.
Esta propuesta afectó profundamente la tensión emocional del presidente de la otrora nación “más poderosa del planeta” y reaccionó con comentarios que, para los editores de la revista jesuita de Estados Unidos, “América”, fueron “comentarios descaradamente racistas”, confirmados ayer viernes por el senador Demócrata Richard Durbin de Illinois.
Al referirse a la política de inmigración con los líderes del Congreso el jueves 11 de enero, el presidente Trump se refirió a los países africanos como “países shithole” (literalmente, “agujeros de mierda”) y preguntó: “¿Por qué necesitamos más haitianos?” En respuesta a una propuesta para proteger a los refugiados de esa nación. (En una ocasión anterior, Trump habría dicho de inmigrantes de Haití: “Todos tienen SIDA”).
Prefiere a los inmigrantes noruegos (que no los hay, por supuesto), porque en los límites del mundo del presidente de Estados Unidos, la palabra “blanco” va unida a la palabra “rico”. Y a la frase “buenas personas” (y no “bad hombres”, como calificó a cualquier mexicano en los debates con Hillary Clinton).
Las reacciones fueron inmediatas: en Noruega repudiaron lo dicho; el embajador haitiano en Washington, Paul Altidor, sugirió que Trump está “o mal informado o ha sido erróneamente instruido”, y el portavoz del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de la ONU lo expresó así: “Lo siento, no hay otra palabra que pueda usar más que [fue] racista”.
Los editores de “América” fueron contundentes: “Los últimos comentarios crueles y mezquinos del presidente son despreciables, al igual que cualquier intento de hilvanarlos como franqueza o charla directa”.
No ha habido un desmentido de la Casa Blanca sobre los comentarios de Trump, pero él mismo acudió a su arma predilecta, el tuiter, y en la mañana del viernes se justificó diciendo: “El lenguaje que usé en la reunión de DACA fue duro, pero esas no fueron las palabras utilizadas”.
Más adelante, tuiteó: “Nunca dije nada denigrante acerca de los haitianos o de lo que es Haití, obviamente un país muy pobre y muy atribulado. Nunca dije ‘sáquenlos de aquí’, eso fue inventado por los Demócratas. Tengo una maravillosa relación con los haitianos. Probablemente debería grabar próximas reuniones. Desafortunadamente no hay confianza”.
Por lo demás, el descrédito que estas palabras han acarreado al presidente de Estados Unidos, ya le han hecho mella hasta a él mismo. Tras el escándalo, anunció que cancelaba su viaje a Londres para inaugurar la nueva embajada estadounidense en Inglaterra.
Las protestas por su presencia, iban a estar muy fuertes…
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