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Papa: Acojamos la Palabra con docilidad para tener bondad, paz y mansedumbre

No resistamos al Espíritu Santo, sino acojamos la Palabra con docilidad: es la exhortación del papa Francisco en la homilía de la misa de esta mañana en la Casa de Santa Marta del Vaticano. Bondad, paz y dominio de sí son precisamente los frutos de quien acoge la Palabra, la conoce y le es familiar.

La misa, dijo Francisco al inicio de la homilía, fue ofrecida por las religiosas de la misma Casa de Santa Marta que “celebran el día de su fundadora, santa Luisa de Marillac”.

En días pasados hemos hablado de la resistencia al Espíritu Santo, que Esteban reprochaba a los doctores de la Ley, hoy las Lecturas nos hablan de una actitud contraria, precisamente del cristiano, que es “la docilidad al Espíritu Santo”, dijo el Papa.

Esta actitud fue el corazón de su reflexión. Después del martirio de Esteban, de hecho, estalló una gran persecución en Jerusalén. Sólo los apóstoles permanecieron, mientras que “los creyentes”, “los laicos”, observó el Papa, se dispersaron hacia Chipre, Fenicia y Antioquía -narra la Primera Lectura de los Hechos de los Apóstoles- y anunciaban la Palabra sólo a los judíos.

Algunos de ellos en Antioquía empezaron, sin embargo, a anunciar a Jesucristo también a los griegos, “a los paganos”, porque sentían que el Espíritu los impulsaba a hacer esto: “fueron dóciles”, explica el papa Francisco. “Fueron los laicos -continúa- quienes llevaron la Palabra, después de la persecución, porque tenían esta docilidad al Espíritu Santo”.

El Apóstol Santiago en el primer capítulo de su Carta, exhorta de hecho a “acoger con docilidad la Palabra”. Es necesario estar abiertos, “no rígidos”. El primer paso en el camino de la docilidad es “acoger la Palabra”, es decir, “abrir el corazón”.

El segundo, es “conocer la Palabra”, “conocer a Jesús” que de hecho dice: “Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco y ellas me siguen”. Conocen porque son dóciles al Espíritu.

Y luego hay un tercer paso: “la familiaridad con la Palabra”: “Llevar siempre con nosotros la Palabra, leerla, abrir el corazón a la Palabra, abrir el corazón al Espíritu que es el que nos hace entender la Palabra”.

“Y el fruto de este recibir la Palabra, de conocer la Palabra, de llevarla con nosotros, de esta familiaridad con la Palabra, es un gran fruto -añadió-: es el fruto… la actitud de una persona que hace esto en bondad, benevolencia, alegría, paz, dominio de sí, mansedumbre”, este es el estilo que da la docilidad al Espíritu, prosigue Francisco.

“Pero debo recibir el Espíritu que me lleva a la Palabra con docilidad, y esta docilidad, al no resistir al Espíritu me llevará a esta manera de vivir, a este modo de actuar. Recibir con docilidad la Palabra, conocer la Palabra y pedir al Espíritu la gracia de darla a conocer y luego dar espacio para que esta semilla germine y crezca en esas actitudes de bondad, mansedumbre, benevolencia, paz, caridad, domino de sí: todo esto hace el estilo cristiano”.

En la Primera Lectura se narra que, cuando en Jerusalén llegó la noticia de que la gente procedente de Chipre y Cirene anunciaba la Palabra en Antioquía, se asustaron un poco y mandaron a Bernabé, preguntándose -subrayó el Papa- cómo era posible predicar la Palabra a los no circuncisos y cómo era posible que la predicaran no los apóstoles sino “esta gente que nosotros no conocemos”.

Y “es bello”, dijo el Papa, que cuando Bernabé llega a Antioquía y ve “la gracia de Dios”, se alegra y exhorta a “permanecer fieles al Señor con un corazón firme”, porque era un hombre “lleno del Espíritu Santo”.

“El Espíritu nos guía para no equivocarnos, para acoger con docilidad al Espíritu, conocer el Espíritu en la Palabra y vivir según el Espíritu. Y esto es lo contrario a las resistencias que Esteban reprocha a los jefes, a los doctores de la Ley: ‘Vosotros siempre os habéis resistido al Espíritu Santo’. ¿Nos resistimos al Espíritu, le oponemos resistencia? ¿O lo acogemos? Con docilidad: esta es la palabra de Santiago. ‘Acoger con docilidad‘. Resistencia contra docilidad. Pidamos esta gracia”.

Y el Papa concluyó observando, “un poco fuera de la homilía”, que “fue precisamente en el municipio de Antioquía, donde nos dieron el nombre”. En Antioquía, de hecho, por primera vez los discípulos fueron llamados cristianos.

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