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¿Conoces las 8 reglas para organizar tu nevera?

Hacer los recados no es siempre tarea sencilla: hay que encontrar tiempo y saber qué comprar para las 2 o 3 semanas siguientes. Pero una vez pasada esta difícil etapa, hecha la compra y de vuelta a casa, nos espera el rompecabezas de la organización del frigo.

El objetivo es ordenarlo todo y “que quepa todo”, como dicen mis pacientes. Algunos colocan las cosas “donde haya sitio”, otros “donde haga falta”, los hay quienes se preguntan por qué algunos proveedores ponen pautas de colocación en el manual de instrucciones…

Lo cierto es que hay algunas normas sencillas para evitar que los alimentos se estropeen en el frigorífico. Es una garantía de higiene, de conservación de los alimentos y de ahorro a largo plazo (al menos en cuestión de residuos).

Hay que identificar la zona más fría del frigorífico.

Para estar seguros de que no os equivocáis, podéis leer las instrucciones. Si las habéis tirado (que es lo más probable), aquí tenéis un truquito:

Colocad un termómetro en un bol con agua en diferentes baldas del frigorífico, así descubriréis qué zona es la más fría para optimizar vuestra clasificación. Esta técnica permite medir la temperatura en el interior de vuestros productos y no la temperatura que marca el ambiente.

Última consideración para el orden: colocad los alimentos según su fecha de caducidad, sobre todo poniendo las fechas más próximas en los lugares más accesibles y visibles, evitando olvidar productos al fondo del frigo.

Más información: en la mayoría de los frigoríficos (en los que el congelador está arriba o donde no hay congelador), la zona fría se sitúa en la parte superior del aparato. La temperatura aumenta progresivamente conforme se desciende.

Atención, porque cuando el congelador está abajo, la temperatura más baja se encuentra abajo, en la bandeja de frutas y verduras.

El interior de un frigorífico es importante. No hay lugar para el azar…

Se organizan los alimentos en función de su naturaleza y de la temperatura del compartimento: zona fría, fresca, templada y puerta. Todos los frigos no son idénticos (tamaño, circuitos cerrados, número de estanterías, compartimento de congelación o no), así que es más sencillo seguir las indicaciones de colocación del manual de instrucciones del frigorífico.

Conservad únicamente los envases necesarios (prestando atención en conservar la fecha de caducidad o marcándola si es necesario sobre el producto en cuestión).

Objetivos: aislar los alimentos los unos de los otros y permitir que pase el frío al interior del producto sin impedimentos.
Proteger los embutidos, el queso, las carnes y hasta los platos cocinados en un recipiente individual (film plástico, fiambreras, frascos, botes herméticos).

Durante la compra, utilizad una bolsa isotérmica para los productos frescos y almacenadlos nada más llegar a casa.

Además, no guardéis los restos en un plato caliente inmediatamente en el frigorífico. Esperad dos horas hasta que se enfríen un poco y nos perturbéis la temperatura general del frío.

La puerta cerrada es garantía de una temperatura controlada y una conservación eficaz. Abrir la puerta sin parar hace que la temperatura aumente algunos grados cada vez y da oportunidad de que se reproduzcan a las bacterias.

Hay que lavar las frutas y las verduras antes de guardarlas en el frigorífico y hacer lo mismo con las lechugas y demás plantas para evitar introducir pesticidas o incluso pequeños mohos que no hayamos visto.

Las etiquetas de los productos siempre ofrecen información relativa a su consumo, como la temperatura de conservación óptima (no todos los alimentos necesitan ser conservados en frío) o las fechas de caducidad y consumo preferente. Datos muy importantes.

Cuidado, porque la fecha de caducidad del producto puede cambiar una vez abierto. Algunos productos indican la duración de la conservación del alimento una vez abierto el envase.

Se recomienda limpiar regularmente el frigorífico con un paño suave empapado de agua caliente y con algunas gotas de vinagre blanco o algún tipo detergente apropiado, para evitar gérmenes y pequeñas bacterias. Enjuagar con agua fría.

La frecuencia de lavado: 1 o 2 veces al mes.

Cada 3 meses podéis descongelar el frigorífico (y el congelador, si tenéis uno). Es un gesto tanto higiénico como ecológico y ahorrador, ya que la escarcha acumulada aumenta el consumo de electricidad.

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